‘No land’, mucha luz
Abusa de la luz estroboscópica y es, como coreografía, una propuesta rica en figuras, con una música que tiene fuerza propia y un vestuario de premio
Si los dadaístas con sus ready-made jerarquizaron los más disímiles objetos cotidianos, Lucio Baglivo hace lo suyo con las ristras de bombillitas navideñas; el objeto es vulgar en sí mismo, estándar y hasta con un cierto tono kitsch.No las modifica tal como se comprar en los comercios chinos, sino que las convierte sucesivamente en elemento visual y de una efectiva plasticidad; se trata de un complejo y nada simple uso del recurso inmediato.
Al principio, extendidas sobre el pavimento, sugieren una vista aérea, luego se emulsionan con los cuerpos, se enredan hasta sugerir alguna fantasmagoría. La guirnalda crea un paisaje y hasta un traje.
No land abusa de la luz estroboscópica (que no es en absoluto una novedad y sí un fastidio) y es, como coreografía, una propuesta rica en figuras, con una música que tiene fuerza propia (el arranque con los metales extraídos del sintetizador es de gran efecto) y un vestuario de premio, tan original como potente en su dibujo y utilización. Aquí la ropa, primero como una segunda piel en fase de muda, y luego, dando un juego de líneas muy vistoso, cumple una función activa.
Los sonidos se ponen al servicio del movimiento coreográfico y las luces (normales) fomentan una atmósfera entre opresiva y onírica. Los artistas se exploran y se soban amplia y continuadamente, como en una lucha más que en un juego. El espacio es devorado ansiosamente para encontrar un dibujo físico.
Baglivo se ve mejor en esta nueva obra, que significativamente resulta un cambio cualitativo evidente; lo mismo sucede a su físico, más suelto, magro y espigando. Candelaria fue la bisagra del trío y tampoco los dos bailarines tuvieron tiempo de afeitarse.
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