Chéjov y la fricción de los contrarios
'El duelo’, del Teatro de Arte de Moscú, un excelente espectáculo sobre la imposibilidad de materializar los deseos, la fuerza de la inercia y la irrupción inesperada de cambio
Un chéjov escasamente conocido en España, en una puesta en escena esencial, con una dirección de actores sobresaliente. El duelo (no confundir con Un duelo, comedia en un acto, más conocida como El oso) es una novela breve sobre la improbabilidad de materializar los deseos, la fuerza de la inercia y la irrupción inesperada del cambio. Su título se refiere al antagonismo violento que mantienen Andréi, funcionario que un día creyó hallaría la felicidad mudándose a orillas del Mar Negro con su amante casada y ociosa (y ahora solo anhela abandonarla), y Von Koren, zoólogo eugenista, convencido de que la especie mejoraría si a la gente voluble, asténica y perezosa como Andréi se le rebanara el pescuezo antes de que procrease.
La versión del Teatro de Arte de Moscú no deja suelto cabo alguno de la novela, y el montaje de Anton Yakolev respira una verdad teatral donde el medido artificio coreográfico (los desplazamientos y el movimiento en general siguen una dirección inesperada siempre) resulta orgánico en la interpretación de un elenco que, a pulso, se va ganando nuestra simpatía y todo nuestro crédito.
EL DUELO
Autor: Anton Chéjov. Intérpretes: Anatoli Beliy, Evgeni Miller, Dmitri Nazarov, Natalia Rogozhkina, Valeri Troshin, Olga Vasil’eva, Alexei Agapov, Armen Arushanyan, Pavel Levkin, Víctor Kulujin, Dmitri Kuptsov, Valeri Troshin. Música: Alexander Manotskov. Luz: A. Yakovlev y N. Slobodyanik. Escenografía: Nikolai Slobodyanik. Dirección: Anton Yakovlev. Teatro de Arte de Moscú. Teatro Valle-Inclán. Del 19 al 22 de septiembre.
El Von Koren de Evgeni Miller, por la aséptica frialdad y la convicción con que procede, parece un cruce entre Solioni y una réplica paneslava del coronel psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera, y el Andréi de Pavel Levkin, es un camelista encantador pero emocionalmente inconsistente, como el veleta Gerry de Bailando en Lughnasa.
El espectáculo sigue esa límpida directriz clásica de la escuela rusa, pero también está atravesado por un aire más expresionista en la soberbiamente resuelta escena en la que Andréi corre sobre las sillas y por entre el elocuente telón de maromas para ser testigo de la infidelidad de su amante. Hay un rosario de hermosas lecciones de teatro contenido, certero, respirado y sin concesiones a la espectacularidad en este Duelo de tres horas que se va abriendo hueco a berbiquí en el corazón del público, en los dos formidables monólogos de Levkin y en el demoledor de María (Olga Vasil'eva) ante la cada vez más lívida Nadiezhda (Natalia Rogozhkina), resuelto con punzante humor.
Brillantes también, la resolución del desafío, la conciliación imprevista, la incierta partida en un frágil bote, el diálogo filosófico gastronómico entre el diácono y el tártaro y ese comprometido fiel de la balanza interpretado por Dmitri Nazarov.
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