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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lammermoor abre con gran éxito el Festival de Ópera de A Coruña

En la obra destaca la ambientación, basada en un vestuario tradicional y una luminotecnia que subraya la trágica oscuridad del libreto

MIGUEL ANGEL FERNÁNDEZ

Una nueva producción de la ópera de Donizetti Lucia di Lammermoor a cargo de Amigos de la Ópera de A Coruña ha abierto con un gran éxito el 61º Festival de Ópera de A Coruña. Es la primera representación –la siguiente tendrá lugar el viernes 13- de la única ópera representada que se podrá disfrutar en esta edición del decano de los festivales de ópera españoles.

En esta producción – obligadamente sobria a causa de los recortes, como señala Natalia Lamas, presidenta de Amigos de la Ópera en el programa de mano- destaca la ambientación, basada en un vestuario tradicional, una escenografía basada en telones pintados que bajan o suben a la vista del público y una luminotecnia que subraya la trágica oscuridad del libreto de Salvatore Cammarano musicado por Gaetano Donizetti. El movimiento de grupos fue escaso y su colocación rígida y estática en las intervenciones de un Coro Gaos correcto de afinación pero desajustado en más de una entrada a destiempo de algunos de sus componentes.

La dirección escénica de actores dio la sensación de haber dejado hacer a los siete solistas su propia versión de sus respectivos personajes. Así las cosas, dado que Lucia es lo que se entiende por una “ópera de soprano” y que la parte del personaje central estaba confiada a María José Moreno, la gran soprano española se convirtió por derecho propio en el absoluto centro de gravedad de la representación, en el sol a cuyo alrededor giraron, en órbitas más o menos cercanas, los demás personajes.

Ya en la escena del jardín su Regnava nel silenzio marcó la tensión emocional que, bien secundada por el Edgardo de Celso Albelo a partir del dúo final del primer acto, Verranno a te sull’aure, no haría sino subir a lo largo de la noche. Como lo hizo en el segundo acto con la expresión de creciente angustia de Lucia hasta el reencuentro con Edgardo y la acusación de traición por parte de este.

Llegada la celebérrima escena de la locura, el fuerte contraste luminoso del lóbrego ambiente reinante con el blanco de tálamo nupcial y las ropas de dormir de los desposados, generosamente manchadas por la roja la sangre de Arturo, fue un espejo del culmen musical y dramático de la ópera, al elevar aún más María José Moreno el listón del canto y la actuación.

El color y pureza de su voz, que ha madurado excelentemente, fue el instrumento idóneo. Su musicalidad y su soberbia capacidad de expresión vocal y actoral, con una inusitada gestualidad corporal y facial, fueron el chispazo continuo que redondea la verdadera obra de arte. El que da a esta la emoción sin la que el mejor libreto o la mejor partitura no pasan de ser un bonito proyecto incompleto. A partir de ahí todo fue en ascenso y el público quedó electrizado. Los aplausos a Moreno tras la escena dejaron muchas manos doloridas y la catarata de bravos produjo la aspereza de más de una garganta.

Desde que en 2004 salvara una gala lírica del Festival de Ópera de A Coruña en la que iba casi de secundario de Stefania Bonfadelli, Albelo no ha parado de crecer hasta convertirse en uno de los mejores tenores lírico-ligeros de España. Su gran solidez vocal y musical le permite representar con autoridad este Edgardo que no en vano es consecuencia de anteriores personajes paseados en triunfo por los mejores coliseos de Europa y que estuvo a la gran altura marcada por la Lucia de Moreno.

Javier Franco hizo un Enrico francamente notable. Aunque tuvo una colocación de voz algo irregular en el primer acto, fue a más a lo largo de la función tanto vocal como dramáticamente. Algo menos consistentes vocalmente fueron el Raimondo de Giuseppe Enrico Iori, un bajo con alguna falta de materia vocal en el registro grave y una afinación algo insegura. Este último problema, algo más acentuado, estuvo presente en José Francisco Pardo, en su breve y desagradecido papel de Arturo.

Pablo Carballido hizo un buen Raimondo. Carballido salva la portencia algo limitada de su voz con una excelente proyección y colocación. Su actuación dio crédito al personaje. Nuria Lorenzo, que ya interpretó el de Alisa en 2004, cumplió sobradamente correcta en su brevedad. La Orquesta Sinfónica de Galicia se mostró una vez más como el extraordinario instrumento de foso que es. Hay que destacar su maleabilidad de siempre a las órdenes de un Ramón Tébar, gran concertador de gesto preciso y muy expresivo con el que logra la correspondiente traducción sonora; el color de todos los grupos; los solos de oboe y chelo a cargo de David Villa y David Ethève y la impresionante precisión en los pizzicatti con los que la cuerda subraya rítmicamente el diálogo entre la soprano y la flauta en la escena de la locura, en un extraordinario solo de Claudia Walker Moore, que tocó de pie frente a Moreno y a la que Tébar hizo justamente saludar desde el escenario en los aplausos finales.

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