“Esto era una bomba de relojería”
Vecinos de Ponte Caldelas pasan la noche defendiendo sus casas del fuego Los comuneros critican el abandono de la Xunta
Queremos intimidad. Id a hablar con los responsables de la política de deforestación de este país, es un abandono total”, mascullaba ayer por la mañana un hombre de mediana edad con bolsas en los ojos y la mandíbula apretada, que rehusó dar su nombre o la hora mientras barría el exterior de la casa de su familia en Barbudo, la que más cerca del desastre estuvo en esta parroquia de Ponte Caldelas que ayer perdió su monte, asolado por las llamas. Un incendio de 600 hectáreas, todavía por controlar casi 24 horas después de su inicio el miércoles al atardecer, acabó con el verde que se levantaba antes de la presa de Eiras, la que acumula el agua que da de beber a Vigo. “Esto era una bomba de relojería”, resumió Manuel Garrido, Lito, presidente de la comunidad de montes.
Porque Lito avisó. Lleva haciéndolo desde 2004, según explica al teléfono desde A Toxa, adonde tuvo que salir corriendo a trabajar por la mañana, tras pasar la noche en vela peleando contra el fuego. “Estoy hasta las narices”, se queja, mientras cuenta como año tras año pide a la Xunta que aclare el monte, que haga entresacas para que la fronda no sea tan tupida y se evite que las llamas vuelen al primer chispazo. “¿De qué nos sirve tener cincuenta pistas si solo hay una limpia?”, interroga. La excusa siempre es la misma. “Que no hay un duro”, lamenta, mientras cuenta que está por tirar la toalla, que la comunidad de montes no sobrevive por sí sola, que hasta ha tenido que pagar alguna factura de su bolsillo para mantenerla a flote y que él no es de los que busca hacer negocio con la madera, que le basta con sentarse por la tarde a fumar un pitillo en su finca mientras mira sus castaños. “¡Pues ahora ya está todo limpio!”, ruge sarcástico.
Barbudo es un cogollo de casas en una ladera, conectadas por caminos de ancho mínimo —aunque asfaltados— por donde los servicios de extinción tuvieron problemas para pasar. Aún así lograron frenar las llamas, entre cuadrillas públicas y privadas y militares, reunidas desde que la Xunta decretó el nivel de alerta número 1 a las 21.40, una precaución que se levantó pasadas las tres de la tarde. También estuvieron los vecinos, incluido alguno venido desde las parroquias limítrofes —como Chaín, que ardió durante la ola de 2006, o Calvos— y hasta el cura de Anceu, que pasó casa por casa —de paisano— avisando y pidiendo colaboración. “Aquí bregó todo el mundo”, dice María Garrido, 77 años, con su casa a dos metros de la tierra quemada. “Aún no he vuelto en mí”, cuenta con un desasosiego que va remitiendo poco a poco.
A mediodía la vida iba retomando la normalidad, ignorando los rescoldos que aún humeaban. Una pareja de ancianos bramaba porque uno de los vehículos de extinción les había tirado parte del muro, la furgoneta del pescado atronaba con la bocina y una señora risueña ofrecía refrescos “de verdad, de corazón” a los periodistas que iban goteando por el lugar, uno de esos parajes rurales del interior de la provincia de Pontevedra que pierde habitantes año tras año a medida que estos se van rindiendo o muriendo. Mientras tanto, las llamas seguían quemando monte al este en Anceu y en A Esfarrapada y en parte también al oeste, más allá de Chaín. A mediodía la Xunta dio por “estabilizado” el fuego, un término de significado difuso a medio camino entre “controlado” y “fuera de control”. Según el alcalde de Ponte Caldeas, Perfecto Rodríguez (PP), el foco prendió en una carretera de monte que comunica Rebordelo con Esfarrapada, y quien lo hizo tuvo muy en cuenta que de noche los medios aéreos no pueden trabajar. “Todo parece indicar que fue provocado. Es incomprensible, pero por desgracia este tipo de gente existe”. Sobre qué hacer cuando las llamas desaparezcan, pide paciencia. “Deberemos reflexionar entre todos, ahora toca salvar la situación”.
Feijóo frenó la limpieza forestal consciente del riesgo incendiario
El Gobierno gallego retuvo hasta el 2 de agosto —unos días antes de iniciarse la oleada incendiaria— la autorización para gestionar las ayudas para la prevención consciente del alto riesgo de quema forestal no solo durante los meses de verano, sino también del otoño. Lo reconoció ayer el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, en la rueda de prensa posterior al Consello de la Xunta. Contestando a preguntas de los periodistas, Feijóo —que insiste en destacar el dato positivo de que el número de hectáreas quemadas está “muy por debajo de otros años”— aseguró que su Ejecutivo sabía a lo que se iba a enfrentar en esta campaña, tras “una de las primaveras y uno de los inviernos más lluviosos de la última década y a un periodo [de verano\] de menos precipitaciones continuadas, especialmente en el sur de Galicia”.
Ateniéndose a esa previsión climatológica, la Xunta decidió, según precisó el presidente, alterar la habitual política forestal. Medio Rural actuó en esta ocasión “sabiendo que el bosque tendría un grado de humedad en julio que posibilita hacer las contrataciones de forma distinta a otros años y sabiendo que septiembre y octubre van a seguir siendo de alto riesgo”. Feijóo evitó, sin embargo, contestar a la pregunta sobre los motivos de la retención de las ayudas para limpiar montes. “Lo explicará la conselleira” cuando comparezca la próxima semana en el Parlamento, replicó.
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