La música callada de Fandi
El paso de El Fandi por Málaga no dejó huella, pese a que la corrida a medias entre Torrealta y Zalduendo ofreció un juego extraordinario
Que no haya lugar a confusión. Andaba El Fandi intentando mejorar su condición de mediocre muletero ante el tercero con pases destemplados y anodinos entre la apatía popular, mientras la banda amenizaba la función con excesiva generosidad a la vista del pobre espectáculo que se ofrecía en el ruedo. Hasta que se cansó el director y ordenó a sus músicos que detuvieran su artística expulsión de aire. Pues hete aquí que el torero se molestó, abandonó su quehacer y, dirigiendo su mirada y sus gestos hacia la banda, evidenció su malestar. Se ganó así el favor del público, comenzó otra fase de la faena con más garra y no más calidad, y el alboroto le sirvió para cortar la oreja. Olvidó El Fandi que lo suyo es torear y no dirigir la banda de música. Y su oficio no lo expresó debidamente, pues toda su labor fue bullanguera, carente de consistencia y por debajo de las buenas condiciones de su oponente.
Torrealta/El Cordobés, El Cid, El Fandi
Tres toros de Torrealta, -cuarto, quinto y sexto-, y tres de Zalduendo, bien presentados, mansurrones, nobles y con clase.
Manuel Díaz El Cordobés: media trasera y caída (silencio); estocada (oreja).
Manuel Jesús El Cid: estocada (vuelta); media y un descabello (oreja).
David Fandila El Fandi: media y un descabello (oreja); estocada tendida (silencio).
Plaza de la Malagueta. 22 de agosto. Cuarta corrida de feria. Media entrada.
Claro que algo debe haber entre El Fandi y la banda, -es broma-, pues cuando el torero ponía banderillas con el ardor suyo característico y sonaba un pasodoble, el director decidió parar antes de que el granadino clavara el último par al violín. Con razón y no falto de gracia, el torero detuvo su preparación, abrió los brazos y se le notó aquello tan característico: ‘Pero, hombre…’ Y la banda atacó de nuevo. Volvieron los sones en el sexto, colocó banderillas siempre a toro pasado, como suele ser habitual, y no acabó de entenderse con su movido oponente.
Total, que salvo la anécdota de la música, el paso de El Fandi por Málaga no dejó huella. Voluntarioso siempre, pero todo su quehacer suena a algo ya visto. Sonar, lo que se dice sonar, solo lo hizo la banda, con su habitual lentitud y buen son.
Por cierto, la corrida a medias entre Torrealta, hierro titular, y Zalduendo ofreció un juego extraordinario para los toreros. De correctas hechuras y juego desigual en los caballos, todos los toros embistieron con clase y recorrido en el tercio final. Asunto distinto fue si la terna aprovechó o no las buenas condiciones para ofrecer una tarde emocionante.
Se cortaron tres orejas que pudieron ser doce, pero no se recuerdan momentos de toreo grande. Hubo muchos pases eso sí, algunos pasajes destacables, pero no esa faena redonda, ese chispazo de luz que se queda en las retinas cuando un torero se siente a gusto y se erige en creador.
Se pudo ver, quizá, al mejor Cordobés posible. Muy serio y templado ante su primero, un buey con cara de cadáver, pero cargado de nobleza, con el que trazó dos tandas de naturales de muy buena factura; otra de hondos muletazos por la izquierda en el cuarto antes de volver a su ser con el salto de la rana y el toreo pueblerino.
Lo intentó El Cid con dos buenos toros, desgranó alguna gota de la esencia que lo hizo figura de postín, pero a todo su quehacer le faltó el erotismo de la grandeza. Conserva su prodigiosa mano zurda, pero parece haberle cambiado ese corazón vibrante que tan buenos recuerdos ha dejado. Sin duda, sigue siendo un torero del que se puede esperar el toreo de verdad.
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