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fiestas

Cuando la gran ciudad se vuelve pueblo

Madrid vive su mes de fiestas con las verbenas de San Cayetano, San Lorenzo y la Paloma

Antonio Nieto
La ruta pasa por la calle del Oso
La ruta pasa por la calle del OsoCarlos Rosillo

Madrid se vacía en agosto. Esto no es novedad. Tampoco lo es que sea el mes de las verbenas. El momento en el que la gran ciudad se vuelve pueblo. La música, las barras, la casquería, los manolos, el chotis y la zarzuela. Pura inversión carnavalesca: el populacho reina en la ciudad. Las plazas, sus palacios; la limonada, su elixir; las gallinejas, su manjar.

Las verbenas se enlazan y se solapan entre sí. El jueves acabaron las fiestas de San Cayetano, que tuvieron su epicentro en la plaza de Cascorro; ayer empezaron las de San Lorenzo, que ya invaden Lavapiés; y sin que esta termine comienzan las de la Virgen de la Paloma, cuyo día grande es el 15 de agosto y tiene como gran escenario el barrio de la Latina.

Aquellos intrépidos que se atrevan a sobrevivir a un agosto en la capital tienen la posibilidad de participar en las visitas guiadas que ofrece el Ayuntamiento por el “Madrid de las verbenas” y conocer en detalle los rincones históricos que albergan estas fiestas. Rutas gratuitas en grupos de 30 personas que durante dos horas retroceden al siglo XVI, cuando Felipe II trasladó las cortes a Madrid convirtiendo la ciudad en la capital de todos sus reinos. Hoy (19.00) y el viernes 16 (11.00 y 19.00), están programadas las próximas citas, cuyo pase se puede reservar en el Centro de Turismo de la Plaza Mayor. Las entradas vuelan.

El recorrido comienza en este céntrico enclave y se dirige hacia el sur de la ciudad. “Daos cuenta de cómo vamos bajando de la zona noble a la más popular”, explica Cristina Martín, unas de las guías que se encarga de esta ruta, entre otras. Cada asistente lleva un aparato rojo con un auricular que proyecta la voz de Cristina. Ella le habla a un micrófono que lleva en la solapa del cuello. “Perdona, pero es que si hablo lo oye todo el mundo”, replica a quien se acerca a preguntar. Lo cierto es que su recorrido por el Madrid castizo atrae a algunos transeúntes que tiran de pillería para escuchar las explicaciones pausadas y didácticas de esta mujer con sombrero que corretea por la calle Ribera de Curtidores. Entonces ya ha dejado atrás el escenario y la música de la plaza de Cascorro, presidida por la figura de Eloy Gonzalo, héroe de la Guerra de Cuba, que porta un bidón de gasolina. En la misma plaza se pueden comer gallinejas, hígado, riñones. “La carne del pueblo”, dice la guía. Es también la comida tradicional en las verbenas de Madrid. En Cascorro se encuentra el edificio que antes albergaba el antiguo matadero (ahora, la Escuela Mayor de Danza) en un lugar estratégico: cerca del río Manzanares, donde se limpiaban las reses muertas; y a medio camino entre la Plaza Mayor, donde iban a parar las buenas piezas de carne, y la zona sur, el destino de la casquería.

Hay que correr para acabar el recorrido en dos horas. La calle del Oso espera al grupo con una de las estampas más bonitas del Madrid de las verbenas, justo después de dar esquinazo a la Iglesia de San Millán y San Cayetano. Decenas de mantones de todas las variedades cromáticas cuelgan a lo largo de la calle. “Está decorada por los vecinos del barrio, que compiten para ver quién pone más”, dice Cristina.

Es difícil saber cuándo acaba un barrio y empieza el siguiente. Cuando se pasa de territorio de San Cayetano a territorio de San Lorenzo. Ya en Lavapiés, Cristina relata la historia de los rincones que sirvieron como escenario de las negociaciones con los judíos. Cuando era el barrio de los moriscos hasta que fueron expulsados por Felipe III.

Vuelta al presente, el programa de fiestas es variado. En la calle Salitre, un par de agrupaciones ofrecen hoy limonada gratis (a partir de las 21.00). Pero limonada castiza, la que se prepara con vino blanco. Tras el trago, en la Calle de Argumosa se puede disfrutar de una noche de conciertos.

La última parada de la ruta es la Iglesia de San Lorenzo, popularmente conocida como “la parroquia de las chinches”. “De las chinches por la cantidad de niños que se bautizaban”, explica Cristina. Es también el punto de partida de la procesión (hoy, 11.00). Una iglesia dedicada al santo que da nombre a las fiestas de Lavapiés. El diácono que murió quemado a la parilla en el año 258 por orden del emperador Valerio. Fue una persona cercana al pueblo, por eso caló tanto en la gente humilde de Lavapiés.

Terminada la visita y tras el aplauso pertinente, los asistentes se deshacen de los auriculares y se dispersan.

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Sobre la firma

Antonio Nieto
Desde 2018 es redactor de Vídeo de EL PAÍS. Antes, pasó sus primeros cinco años en la sección de Deportes del diario. Es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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