Nuestro amor horizontal

Una historia de amor y sexo, hilvanada con humor, sensualidad y emoción, entre una mujer de 39, mantenida por su marido, y un actor sin éxito, nueve años más joven. Álex Mendíbil, su autor, debutante en el teatro pero experimentado guionista de series de ficción y documentales, la cuenta retrospectivamente, echando mano de ingenio: del primer y prometedor encuentro entre Jaime y Magda, ofrece las versiones contradictorias de ambos; y de cómo les va en la cama, nos muestra tres cortes, a cuál más expresivo: en la habitación de Magda, en la de un hotel y en el cubículo de Jaime, donde ella se siente como un pingüino en un zaguán.

A primera vista, él y Magda son demasiado disímiles: ella fuma, se mete rayas de coca y solo busca en él entretener el hambre de afecto y darle combate; Jaime, en cambio, toma infusiones, lecitina y propóleo, y en el amor va tan en serio que asustaría a la más pintada: cuando saca la cadenita que le ha comprado (“mamá me ayudó a elegirla”) y le confiesa que a su progenitora le cuenta lo suyo por menudo, Magda empieza a verlo todo muy negro.

Por las venas de Solicitud de amor pendiente (el título se refiere a que Magda nunca contesta a la petición que Jaime le hace en su página de Facebook) corre abundante savia cinematográfica, incluyendo unas gotitas de Nueve semanas y media y un chupito de El graduado, aunque la puesta en escena de José Luis Sixto y del propio autor tiene buena factura teatral, excluyendo la desconcertante y breve primera escena, el fulminante baile final que pone un tópico subrayado romántico y los instantes donde el relato se ilustra con diapositivas: el resto del tiempo, que es el 95 por ciento, Sixto y el propio Mendíbil le sacan todo el partido posible al pequeño escenario de Tú Teatro, cuyo carácter íntimo y acogedor lo entronca con los salones particulares donde hacían representaciones los Baroja o José Luis Alonso Máñez.

. Pero lo que acaba de dar vuelo y pegada a la comedia es el encanto natural y el pellizco sexual que tiene Magda, mujer experimentada pero con la ilusión intacta en la prominente interpretación de Patricia García Méndez, y la fluidez con la que el Jaime de Jaime Adalid pasa de la desenvoltura a la timidez genuina, y la enigmática extrañeza con que acoge cuanto le sucede. Gracias a la química extraordinaria que hay entre ellos, esta comedia tan divertida como bien contada entra por la piel.