Estupenda reflexión política
El protagonista de 'Con la muerte en los talones' de Hitchcock, es el punto de partida de esta interesantísima y hábil pieza política de Fréderic Sonntag
George Kaplan, el agente inventado por la CIA en la película de Hitchcock Con la muerte en los talonesy que acaba siendo encarnado por Cary Grant a su pesar, es el punto de partida y el enigmático hilo conductor de esta interesantísima y muy hábil pieza política escrita por el francés Fréderic Sonntag (1978).
La identidad ficticia de un personaje que en realidad no lo es le sirve para tramar una intriga en tres actos sobre las relaciones entre el poder y la ficción alrededor de un nombre que no deja de sonar y cuya naturaleza no se desvela del todo. Cada acto es una reunión de personajes que, de una manera u otra, tienen capacidad para influir en nuestra sociedad: un grupo de activistas clandestino que quiere poner en marcha un proyecto de denuncia del sistema; un equipo de prestigiosos guionistas que trabaja en la elaboración de un relato —película o serie— que ha de servir para explicar el sistema de valores occidental; una especie de junta de gobierno a la sombra que intenta hacer frente a una insólita amenaza. Cada acto tiene sus nexos narrativos con los otros dos y cada uno funciona como la hélice de una espiral que se alarga hasta el infinito a medida que avanza la obra.
Las implicaciones de lo que en George Kaplan se dice y de lo que no entroncan directamente con nuestra realidad. El conflicto diplomático desencadenado por las filtraciones del extécnico de la CIA Robert Snowden es el ejemplo más reciente y oportuno, como lo fue en su momento la manipulación mediática de la imagen de Bin Laden.
GEORGE KAPLAN
De Fréderic Sonntag.
Traducción: Carles Batlle. Dirección: Toni Casares. Intérpretes: Sara Espígul, Borja Espinosa, Francesc Ferrer, Jordi Figueras, Sandra Monclús. Escenografía: Luis Martí, Paula Bosch.
Sala Beckett. Barcelona. Hasta el 28 de julio
Estamos hablando, pues, de conspiraciones muy serias que Sonntag trata desde una irónica distancia y cuyo resultado da un humor entre negro y absurdo. La dificultad de los activistas para ponerse de acuerdo, los entresijos de la ficción cinematográfica para conseguir sus propósitos, y los delirios interpretativos de las amenazas de estado son llevados al límite. La estructura dramática es brillante, sus piezas encajan cuidadosamente, y el conjunto funciona a la perfección.
Toni Casares ha trasladado este material a la parte trasera de la Beckett en vez de montarlo en el escenario habitual. El hecho de mostrarlo en una sala de ensayos o almacén aporta un secretismo muy pertinente a los contenidos de la obra. Su montaje es estupendo, engancha desde el primer momento, es ágil, tremendamente eficaz y saca lo mejor de los intérpretes, magníficos todos en todos sus papeles. Qué bien se desdoblan, con qué naturalidad se desenvuelven los conflictos, qué milimétrico ha de ser todo para que el resultado sea tan veraz con el público a dos palmos de ellos. Teatro político y, por lo tanto, comprometido que entra muy bien y se instala como elemento de reflexión.
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