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teatro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Disputas de patricios y comunes

En ‘El rey tuerto’ un manifestante y el antidisturbios que lo dejó tuerto vuelven a entrar en colisión

Javier Vallejo
Una escena de 'El rey tuerto'.
Una escena de 'El rey tuerto'.

Una comedia negra sin ambages y con carga de profundidad. Marc Crehuet, su joven autor, viene del audiovisual, pero domina el lenguaje escénico: es buen director de actores y tiene un humor afiladísimo. El rey tuertopone el dedo corazón en la llaga, mientras nos hace cosquillas con el índice: parece una comedia humorística y de costumbres, hasta que entra en materia, y a saco.

Ignasi, su coprotagonista, está que no levanta cabeza desde que un mosso d'escuadra le sacó un ojo de un pelotazo: tiene miedo a salir, y ha empezado a tener problemas con Sandra, su novia, que esa noche lo invita a cenar a casa de Lidia, amiga con la que llevaba seis años sin verse. Lidia, en paro, vive con David, que trabaja en la unidad antidisturbios de los mossos ("en gestión de masas", dice él).

A David, la cara de Ignasi le suena, pero no recuerda de qué: imagínenselo, como pueden imaginarse también que la cena irá de mal en peor, para acabar como el rosario de la aurora. Creuhet habla de la crisis político financiera a través de la crisis sentimental de ambas parejas, en cuyas vidas irrumpe como una granizada, a través de la televisión omnipresente, un ministro que no para de echarle la culpa de todo al Gobierno anterior (Xesc Cabot), mientras usa la palabra "austeridad" como un mantra.

EL REY TUERTO

Autor y director: Marc Crehuet. Teatro Lara. 9 y 10 de julio.

Tras haber palpado el daño monstruoso que su intervención le produjo a Ignasi, Lidia abandona a David, que ahora va a pedirle perdón a su víctima, convencido de que si le perdona, su chica volverá; y durante una serie de encuentros sin desperdicio, los cuatro personajes se van dando la vuelta como un guante, a golpes de humor descacharrante: al final, todo vuelve al punto de partida, simétricamente, pero ya nada es igual para ninguno de ellos.

David, tipo tortuoso y con menos empatía que la gorra de plato de Goebbels; tiene muchísimo peligro en la interpretación de Alain Hernández; la Lidia de Betsy Túrnez es una casada sumisa que haría las delicias de los ideólogos de la Sección Femenina; Ruth Llopis le presta encanto juvenil a Sandra, personaje cuyos sueños mueven la acción; y en el Ignasi de Miki Esparbé resuenan el dolor y el valor de Ester Quintana, que perdió un ojo durante una intervención policial en Barcelona el 14-N; del albañil que denunció que hubieron de extirparle el bazo por el impacto de una pelota disparada por los mossos el 29 de marzo de 2012; y de la abogada madrileña Chelo Baudín de Lastra, a quien "un bolazo" produjo una "herida quemadura de 6 por 8 centímetros" durante la marcha minera sobre Madrid; pero también resuena el dolor de heridos hipotéticamente leves que no pusieron denuncia, como María José Pont, quien detalla como hubo de ser intervenida quirúrgicamente tras recibir un impacto en esa misma manifestación.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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