Los clásicos y el futuro electrónico
El Sónar ha encumbrado los grandes de siempre y ha mostrado pautas de futuro para los ‘disc-jockeys’
La última jornada completa de festival siempre tiene un aire de despedida, de caminar un poquito más hacia el que será el último Sónar de quienes se despiden del que se acaba. Y eso, aunque no lo parezca, hay veces en las que parece notarse en la actitud del público, alegre pero no mostrando la expansividad contagiosa de las jornadas precedentes. No es que no haya alegría, es que la certeza de que la alegría se acaba hace que esta se viva con cierta contención. A eso, sin duda, ayuda que ya desde hace unos años, el Sónar nocturno del sábado ya no sea el reino de la zapatilla, ni tan siquiera la jornada con cartel más completo, de forma que la ausencia de gentío hace algo más doméstico y particular el transitar por las espaciosas salas del festival. En ese día de despedidas de Montjuïc y del Polígono Pedrosa, artistas como AlunaGeorge o Jurassic 5 destacaron en una jornada apacible en la que aún se rememoraban los conciertos de la víspera.
No cabe olvidar a Pet Shop Boys, quienes repitieron, repertorio incluido, su concierto inaugural del jueves, reiterando una vez más que entre las grandes figuras ellos siguen siendo aquellos a los que el tiempo engrandece lejos de hacerlos envejecer. No se comportan pues como leyendas impartiendo clases de historia, sino como músicos que conocen los efectos esclerotizantes del inmovilismo. Su renovación estética, la enésima de Tennant y Lowe, les llevó en el Sónar, palabra que al parecer agradecidos repitieron hasta la saciedad en su actuación, a cosechar un nuevo éxito, el de unos veteranos que conocen los riesgos de la autocomplacencia.
En paralelo a la actuación de Pet Shop Boys, otros veteranos impartieron lecciones de alegría, eran los Jurassic 5, de vuelta tras años de inactividad y por lo visto, con deseos de volver a disfrutar sobre el escenario. La formación, con sus dos disc-jockeys en plan estelar, DJ Nu-Mark y Cut Chemist se lucieron con un concierto cálido conducido por voces graves y elásticas y enraizado en la tradición soul y funk, tradición de la que también bebe el francés Breakbot que les sucedió en el escenario. Por su parte, la banda Hot Natured y su pop electrónico bailable con dejes house, ofrecieron una actuación genuinamente festivalera –ritmo, melodía, sexo y luces-, seguida con notable atención por Dita Von Teese con su cara de camafeo y una cohorte de hombres que la atendían y daban conversación atentos y galantes.
Por lo que respecta a la tarde del sábado AlunaGeorge ofrecieron un buen ramillete de canciones que basculan entre el pop y el rhythm and blues, defendidas eficientemente por la voz de Aluna Francis. De hecho en directo destacó más la voz que el estupendo trabajo de producción de la otra mitad del grupo, George Reid, cuyos sonidos no lograron imponerse casi hasta el final del repertorio, cuando sonó la excelente “Your drums, your love”.
Pero si algo quedará de este Sónar en el apartado artístico será la presentación de la creciente escuela norteamericana de la electrónica, que llega anunciando cambios en la estética de esta música, lo que ya está acarreando las consecuentes fracturas generacionales. La velocidad del “trap”, sonido que en cierto modo puede agrupar a Baauer, Major Lazer y Skrillex, anuncia el fin del reinado único de las sesiones cuyo ritmo va progresando hasta los clímax, sustituidas por una música mucho más directa y veloz, llena de constantes subidas y bajadas, casi histérica en su acumulación de sonidos dispares y ritmos de origen callejero y por todo ello adaptada a los gustos de consumo compulsivo y veloz de una nueva generación que no tiene la misma paciencia que los amantes del techno de libro. La estética de la red, con sus vídeos cortos, sus chistes de efecto inmediato y su espíritu fungible ya influye en la música popular. Algo está pasando y el Sónar lo ha puesto en sus escenarios. Esa es, entre otras, la función de un festival.
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