Menos ‘lexatines’ y más pop melódico
Tras 18 años de carrera, los valencianos La Habitación Roja llegan esta noche por primera vez a La Riviera con sus letras tristes y estribillos gozosos
Los seguidores madrileños de La Habitación Roja son ahora legión, pero si usted conoce a muchos que rememoren la primera visita de los valencianos por la capital, desconfíe: puede que a alguno de ellos la memoria (o su desbocada imaginación) le esté jugando una mala pasada. “Debutamos en Madrid en la Sala Maravillas, hoy el casi extinto Nasti, y fue un desastre”, corrobora Pau Roca, guitarrista y miembro fundador de la banda, sin poder evitar las risas. “No habíamos publicado ni siquiera el primer disco, nos conocían cuatro gatos y, por si fuera poco, se puso a diluviar. Al final decidimos suprimir la taquilla e invitar a la gente a que pasase, pero ni con esas. No habría ni 10 personas, contando a mi padre…”.
Han transcurrido 18 años y las circunstancias se suponen muy distintas para esta noche, la primera vez que el quinteto capitaneado por Roca y el cantante Jorge Martí se enfrenta al reto de convocar a 2.000 seguidores en La Riviera. Les avala un reconocimiento creciente, docenas de melodías pegadizas y ocho trabajos; el último (Fue eléctrico, 2012), elegido por los lectores de Tentaciones como el mejor de la temporada. Y eso que en sus surcos se acumulan dolencias, angustias y aflicciones como nunca antes. Incluso Ayer, el irresistible primer sencillo, constituía el tristísimo certificado de un amor desvanecido.
Poco nostálgicos
Pese a su veteranía, la banda es renuente a mirar atrás, centra su repertorio en los dos últimos álbumes y no celebró el décimo aniversario (2005). Con vistas a su vigésimo cumpleaños, sopesan “algo especial”, quizá un disco con nuevas versiones de canciones que hayan caído en el olvido y merezcan otra oportunidad.
“Jorge es menos pudoroso que yo a la hora de escribir”, admite Roca, de 38 años, “y eso le permite sacudirse los demonios. Pero es mejor así: la música es un remedio mucho más saludable que los ansiolíticos. Creo que en estos tiempos crudos estamos abusando de las recetas, cuando una buena canción, un plato sabroso o un paseo agradable hacen mejor efecto que el Lexatín…”. Con todo, el guitarrista admite que La Habitación Roja y, en general, los grupos de pop en castellano aún no han superado ciertos tabús temáticos en sus composiciones. “Estamos poco acostumbrados a ser explícitos. Dylan es pura sensibilidad y crudeza, AC/DC o los Rolling Stones pueden soltar auténticas guarradas. Aquí todavía no estamos preparados a escribir algo tan lúbrico como Under my thumb”.
Contemporáneos de otros referentes independientes como Los Planetas o Niños Mutantes, los chicos de La Habitación Roja han terminado haciendo fortuna con sus estribillos ascendentes y una reivindicación poco disimulada de los años ochenta, década que durante algún tiempo figuró en las listas de los placeres culpables. “Hemos sido injustos con aquella etapa”, reflexiona Roca. “Pensamos en los ochenta y nos viene a la cabeza Bailando [Alaska y los Pegamoides], pero no La Dama Se Esconde o Golpes Bajos”. Y él, con amplia experiencia como pinchadiscos, siente una frustración parecida en sus sesiones. “La gente enloquece cuando escucha los típicos éxitos de Kiss FM, pero le cuesta hacer el esfuerzo de escarbar un poco y descubrir nombres nuevos”.
El de La Habitación Roja, al menos, ya goza de popularidad suficiente como para que el grupo se enfrascara en la grabación de un nuevo álbum desde mucho antes de concluir la gira de Fue eléctrico. Pau adelanta que incluirá “canciones bonitas”, aunque no por ello menos pesarosas que sus antecesoras. “Me confieso un ultrapesimista, la verdad. Sigo disfrutando de tocar, pero en cuanto sales del estudio ves el desastre de ahí afuera. Y eso se acaba notando en las letras…”. Por lo pronto, Roca acaba de reinstalarse en Valencia después de unos años en Madrid (“allí siempre hay demasiado que hacer, demasiada gente que te llama”) y confía su bienestar anímico a los pequeños placeres cotidianos: tomar un autobús y marcharse a leer un libro a la playa de la Malvarrosa, por ejemplo. Quizás en alguno de esos periplos se le ocurra un buen título para el noveno trabajo de LHR, uno de sus talones de Aquiles confesos. “El de Fue eléctrico se lo comunicamos a la compañía la tarde antes de que el disco entrara en fábrica. Se refería a una broma privada en torno a unos sketches de Muchachada Nui y no lo entendió nadie. Es decir, era malo, pero… así se quedó…”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.