“La esperanza es revolucionaria, si se pierde solo queda el estallido”
El libro 'Brújulas de lo social' rinde homenaje al activista social, teólogo, sociólogo y antiguo párroco
Conversar con Joaquín García Roca sobre su experiencia vital es como embarcarse en un viaje por etapas. Del activismo social en el (ya no tan) estigmatizado barrio de La Coma a los tiempos más duros de El Salvador, cuando en 1989 murieron asesinados siete jesuitas y dos mujeres en la Universidad Centroamericana a manos del ejército. De los doctorados (en sociología y teología) en Roma en los 70, al año y medio que estuvo de párroco en Millares —“me mandaron para que ganara en humildad”, recuerda divertido—. De la desinstitucionalización de los centros de protección de menores y sus responsabilidades como director técnico de las políticas sociales de la recién inaugurada autonomía, a su apuesta decidida por el Sur, que le llevó a dirigir el Centro de Estudios para la Integración Social y Formación de Inmigrantes.
Todo ello y mucho más salió a relucir en el homenaje que le tributaron recientemente compañeros y amigos en Valencia. Fue con ocasión de su 70 aniversario, en un acto en el que se presentó el libro Brújulas de lo social. Voces para un futuro solidario, que recoge conversaciones con García Roca y decenas de artículos de otros tantos compañeros de viaje. Entre ellos, el experto en historia económica Ramir Reig, el diputado socialista Ramón Jáuregui o el catedrático de Geografía Humana Joan Romero. “Desde luego que fue emocionante y el afecto está ahí, pero tienes que hacer un esfuerzo para devolver el afecto de forma que sea un proyecto colectivo”, explica con su característica modestia en un encuentro que tiene lugar días más tarde de esta particular celebración de su aniversario.
El título del libro alude al compromiso de García Roca con los más vulnerables y su “capacidad de construir esperanzas y articular propuestas que permitan estar de pie aunque estemos rodeados de escombros”, como recoge el dorso de la obra.
“Primero hay que acertar en el diagnóstico”, responde cuando se le pregunta por la crisis y sus efectos. “Es de naturaleza política, económica y social: la democracia ya no es capaz de gobernar las necesidades básicas ni de garantizar determinados derechos; el sistema económico está expulsando a la gente del sistema o creando una enorme brecha de desigualdad y hay una tercera crisis social o cultural que ha creado un manto de impotencia, de desesperanza y de desconfianza”, relata. “La gente se siente expulsada, olvidada e impotente”.
“Hay quien se centra en la economía, o quien cree que la solución vendrá solo por la regeneración democrática, pero lo que hay que hacer es conjuntar los tres factores”, añade. Y pone un ejemplo: “Las ONG se dedican a la vía social, son las que acompañan a la gente, la alivian, pero tienen que descubrir que la participación en política es esencial así como abordar el aspecto económico”, explica. “El diagnóstico tiene que pasar por el estudio y el abordaje de los tres factores a la vez”.
No es fácil afrontar el nuevo escenario que define la gran recesión que afecta a España. En parte, por el desánimo que ha calado en la sociedad. “Hay que tener en cuenta que el empoderamiento de la derecha y la capacidad de los medios de comunicación tradicionales en crear un miedo atroz han conseguido hacer pensar que el futuro es una amenaza, mientas que para nosotros, el futuro siempre fue una esperanza”.
Llegados a este punto, García Roca remite a su experiencia latinoamericana. “Allí elaboramos un pensamiento que planteaba que la esperanza es lo más revolucionario que hay, y que si se pierde la esperanza, lo has perdido todo”. Por eso, es tan peligroso desactivar las ilusiones de la gente, una circunstancia que corre paralela al avance de la pobreza, la exclusión y, sobre todo, la desigualdad social. “Cuando se pierde la esperanza, solo queda el estallido”.
Por ello, el sociólogo abre puertas a la ilusión. “Frente a la cultura hegemónica del individualismo y la competitividad, que tiene su reflejo en la privatización de lo publico, por ejemplo, se está abriendo paso un sustrato muy lento en el que crecen las actitudes de indignación y de rechazo, que son cualidades morales”, relata. ¿Cómo se puede transmitir esperanza a la gente que se siente más golpeada por la recesión? “La esperanza no es un territorio al que se llega ni un futuro utópico, es un camino, un potencial que nos acompaña. Utopía y decepción están unidas, son caras de una misma moneda. Cuando se participa en una concentración contra un desahucio o en una manifestación en defensa del derecho a la educación pública, ahí está la esperanza”.
“No esperemos grandes movimientos, sino respuestas locales que irán convergiendo. Tampoco grandes líderes, ¿dónde está el liderazgo de la protesta sanitaria? En el propio movimiento”, responde.
García Roca comenta que a estas alturas de su vida se siente como si estuviera jugando en el tiempo de prórroga, “pero me consuelo porque en ese momento es cuando se deciden algunos partidos”, bromea. Quizás se refiera a la cristalización de las respuestas a la crisis de las que habla. A este sociólogo, que se define como “custodio de la esperanza”, nadie le va a quitar la ilusión. Ni las ganas de transmitirla.
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