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Chispazos en la noche oscura

El XII Festival do Norte reúne a 11.000 espectadores en Vilagarcía de Arousa

Toy durante su actuación
Toy durante su actuación VIRGINIA DE

Cualquiera que tenga la paciencia y el ánimo de organizar un evento al aire libre sabe que juega una lotería muy complicada: la del tiempo. Aún cuando el cálculo se haga para mediados del mes de mayo, pueden aparecer unos fríos y un frente de lluvia más propios de febrero que del último tramo de la primavera para que ocurra el desastre. Por eso, uno de los mensajes más difundidos en los días previos del XII Festival do Norte, que se celebró en Vilagarcía de Arousa los pasados 17 y 18 de este mes, fue el de invitar al público a desafiar a los elementos. A cambio, en el otro lado de la balanza se situaban las propuestas de más de 24 horas de música en directo y el ambiente de un acontecimiento con personalidad propia.

Además de un cartel tentador para gustos diversos alrededor del pop, la organización puso de su parte y, sin prescindir de las carpas que ya vienen siendo habituales en los últimos años, introdujo algunos cambios en la disposición de la infraestructura, como cubrir las barras y cerrar los laterales, que se agradecieron mucho cuando, en las madrugadas, los termómetros perdieron un dígito y bastantes grados. Y, visto lo que jarreaba el viernes, trasladaron la sesión vermú, con paella, DJs y acústicos, que se estrenó este año a primera hora de la tarde del sábado, al interior de Fexdega, ante la duda de poder preservar todo el montaje de equipos y barras en la explanada delantera. Más abrigados unos que otros, consiguieron reunir 11.000 espectadores en la suma de los dos días, que, de la manera que pintaba la lluviosa tarde del viernes, se pueden declarar entusiastas de la música en directo. La cifra, ofrecida por la fuente oficial, dista en varios miles el récord de la edición pasada (18.400), pero no difiere de la media de la cita arousana. Tal y como están los bolsillos para según qué cosas, no es poco.

En un festival con la veteranía del Do Norte, la corrección es el mínimo común múltiplo de las bandas. A partir de ahí, lo que queda es alcanzar la brillantez. Y, entre los esforzados que lucharon contra los ruidos del chubasco y de los parlanchines en el difícil horario de tarde del escenario “Espíritu Rías Baixas”, la reina indiscutible fue Jane Joyd. Como también señaló el tensiómetro de las redes sociales, el septeto de la coruñesa Elba Fernández sacó adelante su proyecto de percusiones y cuerdas vocales e instrumentales prodigiosas con el lucimiento digno de un auditorio de sala. En otras coordenadas sonoras, los vigueses Mvnich dieron otra excelente versión de sí mismos durante la tarde del sábado.

En el escenario grande, “Estrella Galicia”, el podio estuvo más apretujado. Estaba cantado el triunfo de la felicidad encarnada por los saltarines y coloristas Delafé y Las Flores Azules y, de hecho, fueron los únicos que consiguieron la comunión absoluta con el público, que pegó botes con ellos sin parar, también para pedir un bis que no pudo ser por la dinámica de horarios que exige un festival con tantas actuaciones y en el que los británicos Toy se abrieron un hueco más que importante. Sin grandes alardes promocionales previos, los ahijados de sus paisanos The Horrors convirtieron las canciones de su único disco en otra cosa que resultó ser mucho más emocionante para muchos oídos entrenados que los sublimaron a la categoría de bombazo del festival. Alegrías de otras naturalezas llegaron viendo a Tracy Tracy y The Primitives haciendo valer las tablas acuñadas hace tres décadas sin sonar a nostalgia, los espasmos patrocinados por los hipnóticos We Are Standard y Dorian, con los que se podría llegar a amanecer en bucle, y a currantes en lo suyo como La Habitación Roja y Xoel López, impecables como siempre se les presupone. Lo que pasó con Triángulo de Amor Bizarro tampoco es una sorpresa, pero sus consecuencias son radicalmente distintas. Amados y temidos casi a partes iguales, esa fractura se percibió entre el público, unos en éxtasis y otros a la fuga. Los que se quedaron recibieron una descarga brutal, porque los del Barbanza son expertos en estirar la cuerda hasta el límite y al bolo de Vilagarcía salieron con el cuchillo entre los dientes.

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