Los astros más brillantes
Reunimos a los nominados en las principales categorías de los premios del teatro que se entregan el lunes para hablar de la profesión y de la escena madrileña.
Son algunos de los astros que más brillan en el panorama del teatro, sobre todo el madrileño, por trabajos con los que el próximo lunes optan a la manzana de bronce en la noche del teatro español, en la gala de los Premios Max de las Artes Escénicas.
Todos saben que esa noche es un pequeño, pequeñísimo, respiro que se permiten. Detrás de esos bellos trajes (muchos prestados), esas nubes de fotógrafos y esos minutos de gloria, hay muchas, muchísimas horas de trabajo, entrega, sacrificio, desencantos, alegrías y luchas, a veces cruentas e innecesarias, como la que libra el sector con la brutal subida del IVA. Dejando al margen este tema, en el que todos están de acuerdo, algunos de los protagonistas de la noche de los Max hablan de las artes escénicas… y de su relación con Madrid.
Los ratones
Los creativos en De ratones y hombres, de John Steinbeck, tienen más posibilidades de que su cesto de manzanas sea el más hermoso (12 candidaturas).
El director y versionador, Miguel del Arco, que saltó a la fama hace pocos años, tras dejarse la piel en el teatro durante décadas, dice que lo mejor de Madrid es su gran diversidad de propuestas: “Pero habría que revitalizar el sector con un plan para hacer sostenible y duraderos los espacios públicos y así recuperar las giras; además de una nueva legislación que no haga imposible el nacimiento de salas alternativas, ahora equiparadas a discotecas con grandes cargas impositivas. Mientras, tenemos que seguir trabajando a destajo, sin confundir crisis económica con precariedad artística”.
Su protagonista, Fernando Cayo, está contento porque en Madrid se están descubriendo nuevas maneras de relacionarse con el espectador. “Pero para revitalizar el teatro hay que hacer un gran ejercicio de consciencia y reeducación del espectador para adaptarlo a los nuevos precios derivados de la ausencia de apoyo público”, dice este actor que ahora está en cartel con La terapia definitiva.
Su compañero de reparto, Roberto Álamo, sostiene que en el teatro se puede hablar de lo que está ocurriendo aquí y ahora, “es necesario hablar de lo que pasa y de manera entretenida”. La productora de este montaje, Concha Busto, defiende los microteatros “por su frescura y por los costos asequibles al espectador ante momentos de crisis, aunque los teatros públicos deberían tener nuevas iniciativas”.
Los musicales
En este grupo de maxicandidatos, los más musicales, sin lugar a dudas, son los que han participado en Follies, de Sondheim (seis candidaturas). Su director, Mario Gas, cree que pese al afán aniquilador de estos turbulentos tiempos, “Madrid cuenta con creadores que se empeñan en seguir creyendo en el teatro como gran vehiculador de preguntas, conductas, emociones y razones que nos afectan, y como oficio humano e integrador, aunque también hay, por supuesto, basura, desaliento, engaño, mercadería artera y evasión”, comenta este creador (en septiembre regresa con El veneno del teatro) quien considera necesaria una definición y atención a la totalidad del tejido teatral “pero sin patrañas ni falsedades”.
El protagonista de Follies, Carlos Hipólito, desearía que el acceso a los múltiples espacios de Madrid fuera, para los creadores, más fácil y con menos coste: “Hay que renovar la forma de publicitar espectáculos, con una ley de mecenazgo en condiciones… Y que rectifiquen lo del IVA, que es de delito; ya que el poder no ayuda a la cultura, al menos que no la perjudique”, señala este popular actor que está en Sonrisas y lágrimas hasta junio y estrena en septiembre El crédito, de Galcerán Su compañera de reparto, la gran Asunción Balaguer, que cantó y bailó en esta obra a sus 87 años, dice: “En mi larga carrera de actriz, por fin hoy he visto superar lo que nuestra generación dejó atrás; pero los medios de comunicación deberían dar más importancia y atención al teatro que tanto ayuda a pensar y reflexionar… la cabeza es más importante que los pies…”, apunta esta veterana profesional que se prepara para estrenar una obra de Muñoz de Mesa.
En Follies estuvo como figurinista Antonio Belart, quien tiene claro que para revitalizar al teatro hay que inventar “como sea” nuevas formas de gestión: “Porque vivo está, pero que muy vivo, pero al final no podremos vivir de él los creativos”.
Los lunáticos
El director y autor Alfredo Sanzol y la actriz Lucía Quintana, del montaje En la luna (ocho candidaturas) hablan al alimón dejando claro el gran nivel artístico de Madrid: “Pero no tenemos que ser complacientes, hay que hacer más y mejor para demostrar que el teatro es lugar de reflexión, pero no se podrá hacer nada sino volvemos al IVA que teníamos”, comentan estos teatreros siempre en activo. De hecho a Quintana se la puede ver en julio en Maribel y la extraña familia, de Mihura.
El escenógrafo de este montaje, Alejandro Andújar, piensa que la presión económica en Madrid nunca fue tan poco estimulante para las gentes de la escena: “Necesitamos visibilidad, participación, implicación y apoyo”, dice este profesional cuyo trabajo se puede ver en Esperando a Godot, de Beckett y Sanzol.
Los clásicos
Aunque no son nada clásicos, en el sentido conservador del término, optan a siete candidaturas por su trabajo en la calderoniana La vida es sueño, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, con una versión de nuestro dramaturgo más internacional, Juan Mayorga, que se encuentra en Estonia estrenando. Desde allí comenta que Madrid es lugar de encuentro de gente que cree en el teatro como arte de futuro: “El creador escénico no tiene facilidades materiales, pero sí cómplices; las instituciones pueden ayudarnos abriendo espacios poco o nada utilizados a trabajos que no encuentran dónde mostrarse”, apunta el dramaturgo del que se puede ver en unas semana La lengua en pedazos.
Blanca Portillo, que con Segismundo se ha enfrentado a uno de los personajes más ambiciosos de su carrera, cree que la crisis y la falta de medios ofrecen a espectador y creador la posibilidad de una apertura de miras: “El teatro se empieza a trasladar a muchos otros lugares que no son los convencionales; se acude a una esencialidad, huyendo de adornos, y, de pronto, todo va adquiriendo una carga ideológica que es la pura esencia del teatro”, comenta esta actriz para quien el teatro no puede ser un coto privado, “pertenece a los ciudadanos y hay que trabajar para ellos, ofrecerles reflexión, ideas, emociones que les hagan plantearse sus vidas”.
La directora, Helena Pimenta se pregunta, qué necesita la sociedad civil para sobrevivir en este mundo: “Probablemente salir de la crisis, pero también recuperar valores olvidados y el teatro es un buen paliativo para el desánimo, porque es espacio de libertad, de pensamiento y de expresión que puede devolvernos esperanza”, comenta la también directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
El iluminador de La vida es sueño, Juan Gómez Cornejo cree que Madrid se salva por la multiprogramación, los trabajos de bajo coste, los repartos reducidísimos, las pequeñas salas: “Denotan la necesidad de crear pese a los infortunios; talento sobra a raudales, pero no sirve de nada si no se considera un bien social y cultural”, comenta el iluminador de espectáculos como El intérprete.
Los de Troya
Tres candidaturas tiene Juicio a una zorra, reinterpretación personal de Helena de Troya, escrita por Miguel del Arco, interpretada por Carmen Machi y producida por Kamikaze (Aitor Tejada y del Arco). Precisamente es Tejada quien sostiene que los nuevos espacios dan la oportunidad de “foguearse a nuevos actores, autores, directores y mostrar sus trabajos, pero que lo importante es que se vuelvan a potenciar las programaciones en la infinidad de teatros, para lo que es imprescindible el compromiso de las instituciones públicas con la cultura”. Tanto Tejada como del Arco tienen en este momento en cartelera Juicio a una zorra, La función por hacer (a partir de día 16) y Deseo.
Versos libres
La autora y directora Carol López, habitual en la cartelera barcelonesa y ahora en Madrid con Hermanas, se sorprende de la variedad de la cartelera madrileña: “Como creador es muy estimulante; pero hace falta para revitalizar las artes escénicas que las gentes que nos gobiernan se las crean”.
En el capítulo de danza, raro es el año que Teresa Nieto no está entre los finalistas a los Max Denuncia que el espectador madrileño tiene acceso a espectáculos de danza de gran formato, casi todos extranjeros, o de flamenco y a propuestas alternativas de pequeño formato. “Las compañías españolas de mediano formato, que sustentan el tejido creativo y empresarial del sector, están excluidas de todos los canales de exhibición, al no tener acceso a los circuitos comerciales dependemos en gran medida de las instituciones públicas que nos han abandonado a nuestra suerte. La danza sigue considerada como producto de lujo, de minorías, a pesar de que la realidad nos dice que nuestro patrimonio dancístico es de los más ricos y singulares del mundo”, señala Nieto, cuyo trabajo, Al mal tiempo buena cara, se puede ver y gratis en el Centro Cultural Eduardo Úrculo el 10 de mayo.
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