La belleza cercana

Franz Schubert es el corazón de estos Ciclos de Lied que, desde hace 19 años, se desarrollan en el teatro de La Zarzuela. Es lógico. Su melodía es cercana, incluso familiar. Es más: sus canciones despiertan, con una facilidad asombrosa, sentimientos de simpatía y hasta afectividad. Se presta La bella molinera a interpretaciones muy variadas desde diferentes perspectivas vocales y hasta visuales. En Dortmund y en Zúrich, al menos, Christoph Marthaler incluso puso en pie una celebrada versión escénica.

El barítono Florian Bösch y el pianista Roger Vignoles realizan una lectura de gran nitidez. Tras unos comienzos titubeantes se fueron centrando hasta conseguir una interpretación pletórica de fuerza melódica, con momentos puntuales estelares como Mein, Eifersucht und Stolz o Die liebe Farbe, pero, por encima de todo, con una visión unitaria y rigurosa desde el punto de vista estilístico, y con una gama de matices expresivos verdaderamente enriquecedora. Bosch es un cantante de color penetrante y grandes cualidades para conjugar adecuadamente la palabra con la música. Su forma de canto es directa, con una sencillez nada elemental. Vignoles es un maestro en el arte del acompañamiento desde el piano, con una gran experiencia en esta faceta tan sutil como complicada. Juntos exploran los poemas de Wilhelm Muller para La bella molinera con un sentido poético de la narración, sin que en ningún momento decaiga la tensión musical.

Fue uno de esos recitales gratificantes, serenos, sin especiales efectismos. El público aplaudió con convicción y los artistas tuvieron el buen criterio de no ofrecer ninguna propina. Todo estaba bien como estaba, ¿para qué más?