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Suspense de aquí y ahora

Emilio Gutiérrez Caba y Eduard Farelo llevan al Bellas Artes el aclamado montaje de Roger Peña

Eduard Farelo y Emilio Gutiérrez Caba, protagonistas de 'Poder absoluto'.
Eduard Farelo y Emilio Gutiérrez Caba, protagonistas de 'Poder absoluto'.ÁLVARO GARCÍA

Roger Peña Carulla, que ha realizado muchas y brillantes versiones teatrales de dramaturgos clásicos y contemporáneos, y alguna que otra incursión como autor en el teatro infantil, se inicia como dramaturgo con Poder absoluto. El montaje, que llega precedido de un rotundo éxito en Barcelona, se acaba de estrenar en el Teatro Bellas Artes con dos grandes de la escena al frente: Emilio Gutiérrez Caba y Eduard Farelo. “Eran los idóneos y Emilio reúne algo que necesita el personaje, puede ser muy tierno y emocional y al tiempo tener una gran mala leche; está capacitado para ser alguien a querer y a odiar simultáneamente”, asegura Peña.

El montaje se estrenó hace seis meses en Barcelona y sedujo a crítica y público sin fisuras. Marcos Ordóñez, crítico de EL PAÍS, afirmó entonces: “Atrapa y no suelta de principio a fin, y tiene las hechuras de una función de Broadway”. Poder absoluto también es un thriller político, que se sumerge en el mundo de la corrupción.

Peña dice de su obra, auténtico teatro de trama psicológica: “Lo bueno es que ésta no es una historia real. Lo malo es que podría serlo”. Habla de un prestigioso político que aspira a la presidencia. Todo está a su favor, salvo algún trapo sucio por lavar. Para ello contará con la ayuda de un joven y ambicioso miembro del partido. Llega a parecer casi una historia de terror.

Gutiérrez Caba vive un momento dulce en su carrera, que él se limita a saborear, pero como miembro de una estirpe de actores, nunca se fía. No ha querido perderse interpretar a un personaje tan poliédrico: “Me he fijado en mucha gente para hacerlo, actitudes, modos, declaraciones, hasta me he acordado de Fraga”, señala el actor, para quien lo importante es que la función cuenta que la política se puede ejercer de muchas maneras: “Hay que mirar un poco al modelo sueco, donde igual también les untan, pero no es el untado de aquí, tan brutal; este enfrentamiento entre la sociedad y los poderes económicos, con la política en medio, es algo muy peligroso”.

El protagonista de la serie Gran Reserva asegura que en su vida personal es muy normalito: “De niño sí mataba hormigas y moscas y era muy cruel, pero luego me hice civilizado; no soy malvado, pero disfruto mucho haciendo, desde técnicas actorales, de cabrón y mal bicho”.

La obra podría parecer que se escribió la semana pasada. “Hace siete años ya empezaba a oler a azufre; sitúo la acción en una fecha mala, 1996, con la llegada de Kurt Waldheim a la presidencia de Austria y nuestro nunca bien ponderado José María Aznar a la de España; me inspiro en un joven tecnócrata ambicioso y aparentemente noble, pero que esconde muchas cosas”, señala Peña, quien no pretende abrir los ojos de la gente, “los tienen muy abiertos, pero hay que estar vigilantes”. No ha habido retoques: “No hace falta, hablo de recortes, sobres, corrupción, avaricia….; la realidad está superando todo”, dice de esta obra donde nadie parece lo que es.

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Farelo, al que todo el mundo reconoce estar a la altura, que es mucha, de Gutiérrez Caba, ha observado que en los últimos meses ha cambiado la reacción del espectador: “Los acontecimientos han ido más rápidos que la función, la mitad de los grandes escándalos no existían o estaban tapados y se podía pensar que ciertas cosas de la función eran excesivas, ahora, en cambio, el espectador la entiende mucho mejor, parece que Roger la ha escrito esta noche; esto es cíclico y el teatro recupera esa función de reflexionar y respirar con el público y así entender las cosas todos juntos”, señala el actor.

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