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Una muestra revela al artista Jordi Benito como interiorista

Arts Santa Mònica acoge la primera exposición póstuma del creador

Luces de ropa, 2002, diseñada por Jordi Benito
Luces de ropa, 2002, diseñada por Jordi Benito albert heras

Han pasado casi cinco años desde la prematura muerte del artista Jordi Benito (Granollers, 1951-Barcelona, 2008) y a la espera de la gran antológica que se merece (y que cabría esperar en el Macba que es el depositario de su archivo completo), el centro Arts Santa Mònica, le dedica su primera exposición póstuma. Jordi Benito: Interiorismo / Accionismo. La muestra, abierta hasta el 27 de abril, revela y reivindica la faceta más oculta y secreta del artista, conocido por sus acciones radicales y provocadoras, durante las cuales intentaba rebasar los límites de su propio cuerpo.

“A lo largo de toda su vida, Benito desarrolló una intensa actividad como interiorista y, para documentarla, tuvimos que realizar un trabajo de arqueología contemporánea, en busca de muebles, espacios, diseños y objetos conservados en domicilios privados o desaparecidos, en el caso de las obras para bares, discotecas y restaurantes”, explicó Joaquim Pibernat, comisario de la muestra, que cuenta con el diseño de la arquitecta Beth Galí. Fue precisamente en el taller de su padre, el interiorista Jordi Galí, donde Benito aprendió el oficio, que le permitió ganarse la vida, a la vez que como artista se formaba en el ámbito del Grup de Treball y el arte conceptual catalán. Fascinado por la idea de la obra total de Wagner, los rituales de la tauromaquia y la música, desde el flamenco a la lírica, pasando por el piano —su instrumento fetiche—, Benito impactó el mundo del arte con acciones cruentas, al borde del misticismo y la exaltación en las que ponía en peligro su propio cuerpo, como cuando se arrellanó en las tripas aún calientes de un toro descuartizado.

El centro exhibe armarios, mesas y lámparas diseñados por Benito

Tal y como recuerda Beth Galí en su texto, “se crucificó contra el piano, se sumergió en una fosa común revolcándose entre los huesos y disparó sangre, provocando inolvidables apocalipsis poéticos”. Luego, a finales de la década de 1990 desapareció de la primera división del mundo del arte y se refugió en el sosiego del interiorismo, diseñando armarios, muebles de música, mesas de cuarzo y granito o de madera tallada con frases y fórmulas, carteles. Y luces, sustituyendo el neón por las bombillas de sus primeras obras, como la Luz de madera con linestras de 1975. Son estas las piezas, que ahora se exhiben en Arts Santa Mònica, junto a dos monitores donde se proyectan sus célebres performances de los años setenta y ochenta. También hay una muestra de las esculturas e instalaciones de neones de su última época y las imágenes de su intervención para una discoteca de Granollers en 2007, una de sus últimas obras.

Del 8 de mayo al 31 de junio, la exposición se presentará en el Museo de Granollers, su ciudad natal, depositario junto al Macba del legado del artista, si bien el acuerdo entre los dos centros y la familia aún no ha sido cerrado.

 

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