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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La RFG hace en A Coruña una versión de referencia de la Octava de Beethoven

El canto del clarinete de Beatriz López y las dos trompas en el soberbio Trio del Minuetto fue probablemente el punto culminante de esta gran interpretación de la sinfonía

XURXO LOBATO

La Real Filharmonía de Galicia, bajo la dirección de Fabien Gabel, ha obtenido un éxito rotundo en el Palacio de la Ópera de A Coruña con una versión de referencia de la Sinfonía nº 8 en fa mayor, op. 93 de Beethoven. De principio a fin, hicieron justicia a una de las cumbres del sinfonismo beethoveniano; justo calificativo para una de las obras del genio de Bonn peor tratadas durante décadas, incluso siglos, en aquella torpe e inconsistente distinción entre sinfonías “mayores” -las impares y la Sexta- y “menores” (el resto de las pares).

Mucho ayuda el que actualmente se toquen con la partitura de la edición crítica de Jonathan del Mar publicada por Bärenreiter, afortunadamente considerada ya como la Biblia del sinfonismo beethoveniano. En ella, las nueve sinfonías han quedado libres de tanta excrecencia sonora acumulada durante casi dos siglos de versiones blandengues o grandilocuentes, al gusto de cada director. Gabel la condujo con pulso firme, buena flexibilidad rítmica y muy bien respirada, aspecto este que tan bien se pudo apreciar en el final de cada movimiento.

La emoción única que proporciona el permitir hacer música a los instrumentistas se tradujo en una placentera y tensa escucha por el auditorio; y en momentos gloriosos, como el canto del clarinete de Beatriz López y las dos trompas en el soberbio Trio del Minuetto. Este fue probablemente el punto culminante de esta gran interpretación de la sinfonía, junto con la precisión tocada de gracia del Allegretto y la lógica aplastante de unas transiciones que aquí sí cumplieron con ese papel esencial de argamasa sonora del edificio sinfónico.

La amplia y matizadísima gradación dinámica impuesta por Gabel fue decisiva a lo largo de toda la sinfonía. Algo diferente a lo ocurrido con el Idilio de Sigfrido de Wagner. El salto abajo desde la magnífica acústica del Auditorio de Galicia, donde habían tocado el jueves, a ese pozo negro sonoro del Palacio de la Ópera pudo ser la causa de una versión muy escasa de nervio durante buena parte de la obra. Mucho le costó a la RFG cobrar ese nervio y una fuerza interior, que no se completaron hasta el momento casi final en que los chelos retoman el motivo inicial.

Muy notable fue también la versión de Dumbarton Oaks, obra de cámara para quince instrumentistas en la que el empaste sonoro, la claridad de voces del tema fugado del primer movimiento y un notable solo de José Vicente López al clarinete dieron paso al bienhumorado Allegretto y su contraste tímbrico antes de la fiesta rítmica del Con moto final.

Hubo algunas deserciones en el descanso. Una lástima para los que se fueron: nunca sabrán la extraordinaria versión de la Octava que se han perdido.

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