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POP | AMARAL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sin red de seguridad

Amaral demuestra en un ejercicio sin fogonazos luminotécnicos que es la mejor voz que ha dado el pop español en los 20 últimos años

Actuación de Amaral en la sala El Sol.
Actuación de Amaral en la sala El Sol.ÁLVARO GARCÍA

Acercar la música a las favelas de Río de Janeiro puede ser una hermosa excusa (no la única, ni necesariamente la mejor) para un concierto benéfico. Si los astros apuntan hacia la sala El Sol, anoche en delicioso formato petit comité, y quienes ejercen como oficiantes son Amaral, en inusual formulación acústica, los atractivos se multiplican. No es extraño que las 150 entradas se esfumaran en apenas 20 minutos de trajín telemático; a estos conciertos de distancias cortas se les presupone el halo de lo irrepetible. El de anoche lo fue, y no solo por la recaudación para la escuela Leãozinho: comprobamos que ni la gripe doblega a esa huracán llamado Eva Amaral cuando pisa las tablas.

Eva y Juan Aguirre fueron fieles a sí mismos y suministraron Hacia lo salvaje en su integridad. Doce de doce. Ayer no era el día para Sin ti no soy nada ni demás himnos evidentes. Las propinas, de hecho, se consagraron a tres versiones variopintas: Universal, de Lagartija Nick, Femme fatal, de Velvet Underground y, la más sorprendente, Rogaciano el Huapanguero, de Chavela Vargas. Quizás Hacia lo salvaje no sea un álbum tan impecable como para suministrarlo sin excepciones, pero el empeño resulta extemporáneo, de puro romántico: Amaral cree en los discos como unidades de medida, obras con intención propia más allá de la mera suma de sus ingredientes. Una visión melómana en un gremio, el de los músicos, donde no siempre prevalece la melomanía.

En el mano a mano con el público, sin fogonazos luminotécnicos ni redes de seguridad, quedan claras algunas cosas. La primera y fundamental: las canciones de Amaral pueden corearse con legítimo orgullo, sin esa incómoda sensación de bochorno que asalta con algunos estribillos en castellano. No, no hace falta pasarse al inglés para escribir letras deliciosas, emotivas, pegadas a la acera, inteligibles. La segunda: Eva Amaral es la mejor voz que ha dado nuestro pop en los últimos, pongamos, 20 años. Hoy aflorarán por YouTube abundantes grabaciones del primer tema, Esperando un resplandor, para avalarlo. Por ello, cuando Amaral se confesó “drogada y griposa”, casi nadie daba crédito. La afección apenas afloró en la parte más aguda de Hoy es el principio del final, ese desgarrado “Yo te prometo que no voy a llorar”.

Eva dedicó Robin Hood a la iniciativa popular contra los desahucios, igual que Van como locos sigue animando a tocar las narices a los gerifaltes. El dúo apela al corazón sin recalar en la blandenguería, a la empatía sin incurrir en obviedades. Por eso resiste, y hasta se crece, en estos envites sin red. La conspiración vírica acabó en fracaso.

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