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Del macho alfa al beta

Segunda jornada de la Semana de la Moda de Valencia

Desfile de Visory Fashionart en la Semana de la Moda de Valencia.
Desfile de Visory Fashionart en la Semana de la Moda de Valencia.JOSÉ JORDÁN

Señores, señoras, seamos serios. Por si alguien ha conseguido no enterarse, estamos de Moda. Ahí afuera, del Rincón de Ademuz para arriba, todo el mundo habla de la “Marca Valencia”. No hay “Callejeros” o “Salvados” que se le resista, tete. Porque, llámenme fatalista, pero lo cierto es que hemos colocado a Valencia en el mapa, aunque por las razones equivocadas. Y no es un problema de geolocalización. No.

Segunda jornada de la Valencia Fashion Week, y aquí uno desplegando una indagación antropológica que le mantiene adherido al front-row. Uno de los apartados más interesantes -que los hay, que los hay- de esta cita bianual con la Moda es el de los diseñadores emergentes. Los desfiles de la Zona D son siempre un termómetro certero del estado febril de las tendencias. Unas colecciones que trasladan y evidencian, parafraseando a Wilde, que no tienen nada que declarar excepto su talento. O mejor, nada que perder.

Sobre la pasarela, de facto, revolotean las referencias, reales y ficticias. Algunas fórmulas magistrales funcionan, otras se quedan con la efervescencia propia de una gaseosa desventada. Se ven prendas interesantes pero inconexas. Un cajón de sastre repleto de (buenas) intenciones. Abrió sección el granadino Antonio Posadas, con su colección Kösher. Se impone la austeridad. Piezas de sastrería en blanco-y-negro inspiradas en la tradición ortodoxa del judaísmo. Kipás de rigor, parafernalia religiosa y algunas prendas de certificación rabínica.

Lo que presentó el sevillano Alejandro Berro fue otra entelequia. Empuje no le faltaba, pero bastante lejano de alcanzar la perfección. Aristóteles es pulp, que no pop. Cortes cincelados, formas arquitectónicas y (pseudo)orgánicas, resueltas todas en la ausencia de color. El adjetivo multicultural se queda corto para describir la propuesta de Almaravi. Su colección “Viajes frágiles” es a Zona D lo que Macaco (glups) a la música. Alcanzando un nivel de buenrollismo considerable. Vibrante alegato al optimismo, colorista, viajera y sin muchas pretensiones. Comercial, pues también. En cambio, el color fue desértico en el trabajo de Jdys y su colección Libertad homogénea. Como manda la temporada el negro como denominador común y el uso desigual de las transparencias, sin quitarle ojo a las corpulencias.

En el caso de la moda masculina, el tamaño (y los volúmenes) sí que importa. Un chute de ¿virilidad? masculina inyectaron Anel Yaos y Visory Fashionart a la Zona D en su segunda jornada. The other side of heaven, de Yaos, trata de que el individuo, ponga lo que se ponga, nunca pierda su masculinidad. ¿Seguro? Yaos saca las uñas en prendas voluminosas, cortes asimétricos y rompe estereotipos con los materiales. El cliché del erotismo tenebroso del punk formulado en términos tan generales que planea pero no toma tierra.

La punzante modernidad de Visory Fashionart se tradujo en una presentación caleidoscópica con reminiscencias retrofuturistas, celebración inmodesta de pertenencia a tribu adolescente, declaración de amor al clubbing y, encima, todo aderezado con algo de ironía y ninguneo -involuntario, quizás- al zeitgeist. Espero. Resulta difícil definir la estructura de las prendas. El diseñador sopló volumen creando contundentes looks de llamativas estridencias. Oh, el shok.

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