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crítica | danza

La soledad de un cactus incomprendido

'Un gesto que no pasa de una amenaza' es una de esas piezas que nace agotada en el experimento

La danza-teatro de hace más de dos décadas giró en torno a la formulación de un tiempo detenido, ilusorio, en que la repetición jugaba un papel argumental decisivo. Eso, herencia malograda del minimalismo, atravesó la música, la pintura y la performance. En el caso de la danza (donde tal invento está claramente presente desde mediados del siglo XIX y cuyo ejemplo máximo es el canon introductorio de El reino de las sombras de La bayadera) ha sido un territorio de refugio y algunos coreógrafos lo marcaron como eje estilístico. Es un terreno peligroso. Un ejercicio de taller, por ingenioso que parezca, no es una coreografía, no es un hecho teatral definido.

UM GESTO QUE NAO PASSA DE UMA AMEAÇA

Dirección, interpretación y textos: Sofia Dias y Vitor Roriz; fondo sonoro: Sofia Dias; colaboradora: Catarina Dias; trajes: Lara Torres; luces: Nuno Bento. Teatro Pradillo. Hasta el 9 de febrero.

Sigue siendo una incongruencia y no es de recibo, que en una obra donde la base es la palabra, una lengua determinada, no se tenga el respeto y la delicadeza preceptiva con el auditorio. ¿Qué pasa con la parte del público que no habla inglés o portugués? Los propios artistas basan su trabajo en la palabra y "sus posibilidades de degeneración y transformación, de la repetición y la pérdida de sentido". Y es cierto que el planteamiento degenera rápidamente y se pierde todo el sentido y la atención posible ante una recurrente idea teatral muy sobada, un juego de escaramuzas cruzadas, con referencias a un realismo frío en la escenografía y la indumentaria. La víctima es un cactus, que, de lejos, parece natural. La estoica planta es movida de sitio más de una vez.

Es probable también que los bailarines transformados en comediantes quieran hacer algo de humor. La idea cuando se entona puede hacer pensar en algunos pasajes de Menotti, y lo más emocionante sigue siendo el cactus con mensaje. Es en el canto cuando tanto Sofia como Vítor logran sacar matices más sustanciosos a su trabajo actoral, porque danza, lo que se dice danza en propiedad, brilla por su ausencia.

Un gesto que no pasa de una amenaza (traduce Google amablemente) es una de esas piezas que nace agotada en el experimento. La metáfora del loop infinito viene bien y se pone a prueba a la paciencia del espectador. Por suerte, a duración está controlada por la propia secuencia dinámica y el cactus es enviado a reposar unos 45 minutos después del inicio.

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