Elogio de la carne
Jon Spencer Blues Explosion, paradigma de banda de culto en los años noventa por su crudeza, presentan en Madrid su último álbum ‘Meat and bone’
En uno de los pasillos laterales de la barcelonesa Sala Apolo, donde ayer arrancaba la gira europea de Jon Spencer Blues Explosion, está instalado el puesto en el que se vende el merchandising oficial de esta banda formada en Nueva York a principios de los años 90. Hay vinilos de sus discos más clásicos, como Orange o Acme, de su más reciente referencia (Meat and bone, lanzado en septiembre y su primer álbum con material original en ocho años), camisetas y, en un rincón, el delantal oficial de la banda de blues punk rock más relevante de los últimos 20 años. "¿El delantal como signo de los tiempos? Espero que no".
Jon Spencer sorbe vino de una taza de café y trata de explicar que la inclusión de una prenda tan poco rock and roll como un delantal entre los productos oficiales del grupo que nació inspirado en The Stooges, Public Enemy y Otis Redding, y que forjó su carrera y su singularidad en la capacidad para fusionarlos a todos en una misma canción, es una mera apuesta estética, no una metáfora de nada. "No sé, no es un homenaje a nuestro público gourmet, aunque es cierto que nuestros fans ya tiene edad como para amar más la comida que el rock. Es, simplemente, la portada del disco. La carne, ya sabes", explica el músico de 47 años. "Seguimos pensando que el rock es algo agresivo, físico y, a pesar de la edad, nos negamos a caer en la complacencia de la nostalgia. Seguimos actuando sin una lista de canciones fijas y el tiempo no nos ha vuelto más profesionales porque, en realidad, siempre lo fuimos".
Hace cinco años, la banda aparcó provisionalmente algunos de los múltiples proyectos paralelos y volvió al directo. La excusa era la reedición de su más añejo material. Fue rebuscando en esas antiguas grabaciones, que tanto Spencer como Judah Bauer (guitarra) y Russell Simins (batería) descubrieron canciones que habían olvidado, temas editados que consideraban inacabados. Un sinfín de rendijas que podían explorar en forma de nuevas canciones sin el peligro de parecer que se estaban dando un homenaje. "Un gran peligro para una banda como la nuestra, con una idiosincrasia tan suya, es terminar convirtiéndonos en la única influencia en nuestra música. Por eso, aunque el disparador del disco fuera la revisión de esas grabaciones, todos seguimos comprando música y teniendo inquietud, tanto por lo que queremos ser como por lo que no. Jamás se nos considerará un clásico", afirma Spencer, quien visitó España por última vez el pasado verano, para actuar en el BBK Live de Bilbao.
"El problema es que la gente ve esto como una fantasía", se lanza mientras explora el fondo de la taza en busca de alguna gota de vino. "Y esto es un curro. Mira, me estoy leyendo la biografía de Louvin Brothers. Los tíos se levantaban de madrugada para hacer un programa de radio, luego iban al estudio y por la noche conducían cientos de kilómetros para actuar. Solo uno de ellos tenía carné de conducir, así que, para aguantar el trayecto, el tipo tomaba speed. Eso sí, cuando llegaba a la sala, saludaba a la gente, todo amabilidad, y actuaba. La droga era solo algo que le permitía no dormirse al volante".
Además del uso de estupefacientes, lo que más admira Spencer de este dúo de country y gospel que arrancó su carrera en los años 40 es su amabilidad incluso en las más duras condiciones. A él le resulta más complicado. Más ahora, cuando Internet se empeña en que acortar la distancia entre artista y fan es progreso. "Toda esta historia de Internet y de tener que hablar con la gente a través de la red... No sé, me molesta un poco. Parece que la industria te obliga a ser también relaciones públicas, pero no. Graba tu disco, sal de gira y ya está. No hagas planes. Mira, no tengo ni manager. Prefiero equivocarme yo".
Jon Spencer Blues Explosion actúa hoy a las 21.00 en la sala BUT.
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