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Cien años de recuerdos

Exalumnos del Institut del Teatre evocan su experiencia en un montaje por el centenario del centro

Oriol Broggi, de pie, detrás de Pere Arquillué.
Oriol Broggi, de pie, detrás de Pere Arquillué.CONSUELO BAUTISTA

El Institut del Teatre está de celebración, y es que cien años no los cumple cualquiera. El 4 de febrero de 1913 el autor y director teatral Adrià Gual impartía su primera clase en la Escola Catalana d'Art Dramàtic, centro que más tarde se convertiría en el Institut del Teatre, gracias al impulso de la Diputación de Barcelona que por entonces presidía Enric Prat de la Riba. A lo largo de estos cien años, y, sobre todo desde 1970, el Institut se ha ido situando como referente de la escena teatral catalana, tanto por la formación de actores, bailarines y escenógrafos, directores y dramaturgos, por su papel en la investigación y difusión de las artes escénicas, como por su patrimonio documental. Es precisamente uno de sus exdirectores, Jordi Coca, quien se encarga de comisionar los múltiples actos de celebración que tendrán lugar a lo largo de este 2013 y que arrancaron ayer por la mañana con la inauguración de la exposición itinerante dedicada a su fundador Adrià Gual, l'escenògraf de la modernitat (en el Institut hasta el 11 de marzo).

El plato fuerte de la jornada, sin embargo, fue el espectáculo que reunió a un variopinto número de exalumnos sobre el escenario de la sala Ovidi Montllor, y en la platea a otro no menos variopinto número de autoridades y políticos —entre los que destacaron el consejero Ferran Mascarell, el alcalde Trias, José Montilla o Pere Portabella— así como espectadores con sus mejores galas. Hacía tiempo que no se veía tanto traje, corbata y protocolo en un teatro; ni tantos flashes captando la entrada de todos ellos. Como suele ocurrir cuando hay tanto revuelo de gente importante, la cosa empezó con retraso. Pero valió la pena, porque Petits moments de vida es una colección de recuerdos, ya sean de tipo personal por parte de intérpretes y directores que se formaron en el Institut, como de fragmentos de textos que conforman la memoria del centro. Joan Ollé, responsable de la puesta en escena, consiguió juntar a un montón de rostros conocidos a los que dispuso por parejas o tríos alrededor de mesitas de bar en lo que parecía una especie de cabaret atemporal. Y uno a uno, se levantaban para explicar su anécdota relacionada con su paso por la casa o para leernos algún extracto de algún texto sobre ella. Enric Cambray, el más joven de todos, sentado junto a la más veterana, Asunción Balaguer, leyó uno que daba cuenta del presupuesto del primer año del centro, y que era de 5.000 pesetas. La intervención de su compañera fue una de las más emotivas y graciosas, al recordar que aún no había recogido su diploma. Otra veterana, Montserrat Carulla, consiguió pagar la matrícula del primer curso con lo que obtuvo por unos pendientes de aguamarinas; Pere Arquillué, sin embargo, lo cursó a distancia por culpa de la mili. Joel Joan quiso recordar a algunos profesores y su relación con su compañero de promoción, Jordi Sánchez; el repaso de Joan Font abarcó desde sus clases en el metro hasta sus inicios como director de Comediants, pasando por las redadas de los grisos. Los tres miembros de Tricicle rememoraron su primera clase con el maestro Pawel Rouba y su “patada teatral”, que es una de ficción en los mismísimos. Xavier Albertí nos regaló un haiku de un texto de Carmelo Bene con un algo de Mr Bean. Silvia Bel dio un par de consejos para quienes quieran superar las pruebas de ingreso: para las chicas, lucir una minifalda de escándalo (a ella le sirvió y Joan Ollé aun la recuerda); para todos, las palabras de Hamlet a la troupe de artistas que visitan Elsinor. Joan Pera leyó un texto sobre el funcionamiento del sistema de calificaciones, divertidísimo de tan obvio; y el periodista y también ex alumno Jacinto Antón agradeció a Joan Ollé —que le hizo leer un menú— la oportunidad de volver a un escenario... 30 años después.

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