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El aciago palmarés del arquitecto

El asombro que produjeron sus obras ha ido encogiéndose por los problemas que afloran

El arquitecto Santiago Calatrava (Benimàmet, Valencia, 1951) asombró con sus realizaciones en los años noventa, pero su prestigio ha ido encogiéndose a medida que los problemas iban aflorando en sus singulares intervenciones. No es la primera vez que aparecen en el complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en Valencia. Ni siquiera en el Palau de les Arts, donde se hundió y se atascó la plataforma escénica en diciembre de 2006, cuya reparación costó 541.000 euros. Parte del recinto también se inundó dos veces por la lluvia en 2007. El agua, que corría como un río por pasillos, escaleras, talleres y sótanos, llegó a cubrir las primeras filas de la sala Martín y Soler. Y afectó al Museu de les Ciències, que ya tuvo problemas de goteras recién inaugurado. Asimismo, al mojarse la maquinaria de proyección, tuvo que cerrarse al público L’Hemisfèric. Los daños ascendieron a 16,7 millones.

Pero los ecos sobre las contrariedades de la obra de Calatrava no se limitan a Valencia, donde ha levantado, además del complejo de las Artes y las Ciencias, cuatro puentes sobre el río Turia. En 2006, durante la construcción de su Palacio de Congresos y Exposiciones en Oviedo se desplomó parte de la estructura, lo que motivó un fallo judicial por el que el arquitecto, la promotora y la subcontrata tuvieron que pagar 3,5 millones de euros. Se le unen las querellas por la pasarela de Zubizurri construida en Bilbao, conocida como “la de los morrazos” por la limitada capacidad antideslizante empleada. O los problemas del aeropuerto de Loiu, también en Bilbao, en el que se le olvidó la sala de espera para los pasajeros. O el puente Gran Canal de Venecia, inaugurado con síndrome de hundimiento...

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