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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Remodelación del desgobierno

El presidente del Consell no tiene la altura que requieren las circunstancias

El decorado hace tiempo que quedó hecho añicos, aplastado por el desgobierno. Pese a ello, Alberto Fabra optó por negar de nuevo la evidencia al remodelar el Consell, convertido en un equipo insostenible tras una dimisión del consejero de Hacienda forzada por la complicidad impune (otra ficción que se ha ido al garete) con la que ha manejado el PP sus problemas de corrupción política. Dijo que había escogido el momento para dar un impulso al Consell de cara a un año en el que ha de producirse un “punto de inflexión” en la salida de la crisis. Lo dijo contra toda evidencia: unos presupuestos en tramitación parlamentaria que habrá que rectificar; una escalada judicial de escándalos que ha alcanzado, solo unos días después, a otros tres diputados del PP; un zumbido permanente de acreedores, impagos y deudas…

 El mismo día de la remodelación, la súbita dimisión de José López Jaraba como director general de una de las dos realidades en las que se ha escindido RTVV revelaba el alcance de la improvisación. Sólo tres semanas antes le había dado el PP, entre protestas de la oposición, todo el poder para liquidar la empresa y ejecutar el despido colectivo de cerca de 1.200 trabajadores, mientras se preservaba a Rosa Vidal, la directora general electa, para menesteres menos desagradables. Pero Fabra veía el final del túnel. El ministro de Hacienda le había asegurado que la Generalitat tendría acceso al dinero del Fondo de Liquidez Autonómico que no se ha repartido. Sin embargo, Cristóbal Montoro le ha vuelto a dar con la puerta en las narices. ¿Cuántas veces puede ser desautorizado un dirigente autonómico cuya aspiración consiste en pagar lo que debe sin que lo tomen por el pito del sereno? Mientras el Consell rectifica a su presidente para asegurar que el dinero vendrá de otras partidas, los senadores valencianos del PP tienen la ocurrencia de considerar un éxito que aquel otro anuncio presidencial de enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado haya quedado reducido a una broma.

No seré yo quien discuta a Fabra las buenas intenciones, aunque los fichajes, en Hacienda y en Sanidad, de un delegado de la Agencia Tributaria y del gerente de una institución privada apunten a una gestión teledirigida. Pero como dice el refrán, de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. El jefe del Consell no tiene la talla que exigen las circunstancias. Algo que, desgraciadamente, es común a toda la élite dirigente valenciana. Han salido del Consell, es cierto, los últimos representantes del campismo, esa epidemia que esquilmó el paisaje institucional y civil del país. Pero sus consecuencias lastran la realidad hasta niveles intolerables. El País Valenciano necesita romper con su pasado. La continuidad impostada sólo profundizará el desastre, en medio de tics tan surrealistas como el de Fabra advirtiendo a los nuevos consellers de que no tendrán ni un minuto de gracia. ¡Unos consellers que no darán cuentas en las Cortes hasta el mes de febrero!

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