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Medio siglo con el proyector en marcha

El cine Aribau celebra 50 años con ‘West side story’, la película con la que se inauguró

Maria Teresa Salom, ayer durante la celebración del 50 aniversario del cine Aribau.
Maria Teresa Salom, ayer durante la celebración del 50 aniversario del cine Aribau.JOAN SÁNCHEZ

Maria Teresa Salom, de 90 años, tuvo ayer un dejà vu al ver el cartel de West side story colgando en la entrada del cine Aribau. Ella la vio en esta misma sala cincuenta años atrás, cuando acudió con sus hijos a la inauguración del cine. “A los niños no les dejaron entrar porque eran menores de edad, y mi marido se los llevó a ver alguna de vaqueros. Pero hoy sí entrarán conmigo”, recordó Salom en medio del pasillo de óscars gigantes que decoraban la entrada del cine. Las estatuas, de tamaño humano, rememoraban los diez premios que ganó el mítico musical en 1962. “La he visto cuarenta veces pero nunca en pantalla grande. Es emocionante”, explicaba Francisca Gómez, de 70 años. También iba acompañada de su hijo, de 36, que “se ha visto el DVD centenares de veces”.

Cuando se inauguró el Aribau el día 7 de diciembre de 1962, ir al cine costaba 36 pesetas (unos 20 céntimos de euro) y las salas programaban una sola película durante meses. Cincuenta años después, el precio de la entrada ha aumentado 40 veces y el modelo de sala única ha sido arrollado por la proliferación de los cines multisalas.

El Aribau nació como un proyecto ambicioso: el anuncio que salió en los diarios proclamando su apertura lo definía pomposamente como “un palacio ultramoderno, compendio de magnificencia y señorío”. Con unas instalaciones de lujo —alfombras, mármoles, lámparas y esculturas en el vestíbulo— y el hit cinematográfico del momento en el cartel, el Aribau aspiraba a situar Barcelona al nivel del resto de ciudades europeas en el ámbito de los locales de ocio.

La historia de amor clandestina de West side story, entre un Romeo y una Julieta de bandas rivales de Nueva York, encandiló en su día al público barcelonés. La película aguantó dos años en la cartelera: la vieron 795.125 personas y recaudó casi 90 millones de pesetas (unos 173.896 euros). “Estuvo exactamente 95 semanas y dos días proyectándose, lo cual es un récord absoluto al menos en los cines que gestiona nuestra empresa”, explica Pedro Balañá Mombrú, nieto del fundador de la saga familiar Balañá y actual gestor del cine. No es decir poco: la compañía posee nueve multisalas en la ciudad, incluyendo los cines Bosque, Glòries y el club Coliseum, y un dilatado historial como impulsora de la modernización de la indústria del cine en la capital catalana.

El Aribau es de los pocos cines de la época que ha sobrevivido a la embestida de las grandes multisalas, y ha visto como caían cines de más experiencia como el Fémina, el Fantasio, el Diagonal, los Casablanca o el Vergara. El Aribau prefirió renovarse a morir, y en verano del 2000 hizo el salto definitivo al modelo imperante, abriendo cuatro salas extra justo en el local de enfrente y pasando a llamarse Aribau Multicines. Por su pantalla han pasado todo tipo de iconos del cine moderno, desde el tupé engominado de Danny Zuko hasta la mirada psicótica de Hannibal Lecter.

Aunque lo que selló definitivamente la identidad de la sala fue la película que se escogió para su inauguración, cuyo éxito espectacular marcó la línea que había de seguir el cine durante sus primeros años: la predominancia del musical (Sonrisas y lágrimas, El violinista en el tejado y Jesucristo Superstar son algunos de los films que se sucedieron en su pantalla) y el buen olfato para las películas taquilleras.

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