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CRÍTICA / DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Decepción

El último espectáculo de La Ribot evidencia fragilidad creativa y destila tedio

La noche prometía. La expectación que había despertado en Barcelona la presentación del espectáculo Llámame mariachi de La Ribot (María J Ribot, 1966) hizo que el público llenara, la noche del sábado, la Sala Maria Aurèlia Campany del Mercat de les Flors. En el vestíbulo del teatro se había colocado un enorme cactus y en el bar se servía comida mexicana; todo predisponía, pues, a vivir una noche inolvidable de la mano de una de las vacas sagradas de la danza contemporánea en España. Sin embargo, Llámame mariachi es un espectáculo que va transcurriendo entre sombras y claros pero que desemboca en el aburrimiento. Los breves y tenues aplausos que prodigó el público al finalizar el espectáculo evidenciaron su fragilidad creativa.

LLÁMAME MARIACHI

Dirección y coreografía:  La Ribot.

Interpretación y camerawomen: Marie-Caroline Hominal, La Ribot y Delphine Rosay

Diseño de luces: Daniel Demont

Mercat de les Flors. Barcelona, 1 de diciembre de 2012

Al presentarse en el marco de la programación de la Sección Irregular, el espectador esperaba cierta provocación e innovación gestual, pero estas dos premisas quedaron diluidas en un discurso débil y falto de una dramaturgia potente que apoyara el trabajo de La Ribot. Lo mejor de Llámame mariachi es la personalidad escénica que poseen las tres intérpretes: la propia Ribot, Marie-Caroline Hominal y Delphine Rosay; son ellas las que hacen soportable el guión amparadas por la intensa música electrónica de Uwe Schmidh.

El espectáculo está dividido en dos partes; la primera es una filmación de 25 minutos en la que una cámara acompaña muy de cerca a las intérpretes de la pieza exhibiendo un movimiento a un ritmo trepidante y sincopado. La cinta se desarrolla en un gran espacio, parece el taller de trabajo de la Ribot. La cámara persigue las extremidades de las bailarinas y, en ocasiones, fija su objetivo en las desnudas paredes del local de las que pende algún objeto fetiche de La Ribot, como una foto de un joven Paul Newman; en otras, la filmación muestra fragmentos de otras películas, entre ellas Las zapatillas rojas. La cinta logra que los dedos del espectador sientan las diferentes materias que se mezclan en el audiovisual. Es como si se pudiera tocar el cemento de las despintadas paredes. La  filmación, sin duda, es lo mejor del espectáculo.

En la segunda parte, en oposición a la película, las intérpretes aparecen en el escenario y se mueven muy lentamente. Las tres se sentarán ante una mesa llena de libros de los cuales leerán fragmentos. El espectador tiene la sensación de que La Ribot quiera mostrar la danza del absurdo, pues cita a Samuel Beckett, pero dista mucho de lograrlo: las frases no son ocurrentes y la relación entre las tres intérpretes resulta efectista y sin consistencia.

Además, ni por un momento ninguna de las intérpretes baila, sorprendente cuando se recuerda que La Ribot es Premio Nacional de Danza (modalidad interpretación) de 2000 y que se la considera una de las principales bailarinas de danza contemporánea actuales. Sí, hay que provocar, buscar nuevas formas de expresión, pero sin olvidar el baile, y más en estos momentos de crisis. A ver si al final, entre políticos y artistas, lograrán asesinarlo.

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