Lola Johnson tiene un plan
"Más de la mitad del dinero destinado a la cultura lo gastamos en fuegos artificiales; el resto lo dedicamos a restaurar el patrimonio de la Iglesia"
Ante la lluvia de críticas que recibe por su trabajo, la consejera Lola Jonson reacciona con el anuncio de un plan estratégico. ¿Será ese el remedio que sane a la débil cultura valenciana? “El Plan Estratégico —nos dice Johnson— será la hoja de ruta que permitirá hacer un diagnóstico de cómo está la situación para ajustarnos a la realidad y trabajar con todos los sectores implicados en el diseño de una política cultural orientada al servicio del público y a los intereses económicos, permitiendo su continua expansión y todo ello con el objetivo de ofrecer el mejor servicio al ciudadano.”
Dejando a un lado la considerable cantidad de retórica que contiene el texto, permítame la señora Johnson que muestre mi desconfianza ante su propuesta. Puedo hablar del asunto con conocimiento de causa porque los alicantinos poseemos una amplia experiencia en planes estratégicos. Somos la provincia de España con un mayor número de planes per cápita. En los últimos años, hemos elaborado planes estratégicos para Alicante, para la provincia de Alicante —varios, en este caso—, para la Universidad de Alicante, para Alcoy. No tengo la menor duda de que los redactores de estos proyectos, técnicos y catedráticos admirables, se esforzaron y pusieron la mejor voluntad en su elaboración. A día de hoy, sin embargo, ninguno de estos planes ha tenido el menor resultado práctico. Fuera de hacernos perder el tiempo y el dinero no han servido absolutamente para nada.
No han servido para nada porque su objetivo nunca fue que llegaran a aplicarse sino todo lo contrario, es decir, que no se llevaran a la práctica. Las personas que los encargaron —nuestras autoridades— jamás pensaron que estos planes se ejecutarían. Su pretensión sólo era entretener a los ciudadanos, mostrarles que el Gobierno “hacía cosas”. Este hacer cosas que en realidad no se hacían ha sido uno de los ejes vertebrales de la política valenciana, y uno de las causas que nos han conducido al lamentable estado en que nos hallamos. Y me temo que el nuevo plan no está pensado para resolver problemas de la cultura sino para evitárselos a Lola Johnson.
Conocemos las causas de la dramática situación de la cultura en la Comunidad Valenciana: durante varios años, nuestros gobernantes se dedicaron a malgastar el dinero de nuestros impuestos. Un balance de ese tiempo muestra que fueron pocas las realizaciones de provecho. Más de la mitad del dinero destinado a la cultura lo gastamos en fuegos artificiales; el resto lo dedicamos a restaurar el patrimonio de la Iglesia. Aquí no ha habido más política cultural que el interés o el capricho del gobernante de turno. Creímos que con dinero se podía construir una cultura, y consideramos anticuada la idea de que es necesario trabajar día a día y asentar las cosas. En una palabra, nos comportamos como nuevos ricos caprichosos.
Para que un plan estratégico tenga algún resultado hace falta una disposición cierta de llevarlo a cabo y, ante todo, un objetivo claro, una política. A día de hoy, es imposible saber qué política se propone la señora Johnson. En mi opinión, más que un plan estratégico, lo que necesita la cultura valenciana es sentido común. Y ningún plan estratégico puede remediar la falta de sentido común que hasta ahora ha mostrado la Consejería de Cultura.
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