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La Generalitat acapara el negocio de la nieve en Cataluña

La Generalitat se propone vender 550.000 ‘forfaits’ La temporada de esquí arranca esta semana

Dani Cordero
Esquiadores que acudieron ayer a la pista de esquí de La Molina.
Esquiadores que acudieron ayer a la pista de esquí de La Molina.Pere Duran

La sociedad Intrawest controla el negocio de las estaciones de esquí en Estados Unidos. Compagnie des Alpes, cotizada de la Bolsa de París, lo domina en Francia. Cataluña también tiene un operador predominante: su nombre es Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya (FGC). Pero a diferencia de las otras dos compañías mencionadas se trata de una empresa pública y las pistas de esquí que gestiona no son rentables. Al menos no han sido capaces de dar beneficios de una forma regular para mantener y amortizar inversiones. De ahí que se las quedara.

Nunca antes la Generalitat había tenido tanta presencia en ese supuesto e irregular negocio que es el esquí, cuya campaña ya arrancado esta semana. Históricamente su empresa de ferrocarriles ha gestionado las estaciones de Vall de Núria y de La Molina. El año pasado, a causa de los problemas económicos que arrastraban, se hizo con los complejos de Espot i Port Ainé (en el Pallars Sobirà), que adquirió por 16 millones de euros. Este ejercicio le ha llegado el turno a Vallter, para la que todavía no hay un acuerdo definitivo pero de cuyo capital FGC tomará un mínimo del 51% e incorporará a su grupo de estaciones. En el plazo de dos semanas habrá un acuerdo al respecto. Otra cosa supondría su cierre y un duro golpe para el Ripollès.

En plena crisis, y pese a la campaña de recortes iniciada en los dos últimos años, la Administración catalana apuesta por esos dominios esquiables para que su caída no arrastre como un alud al resto de las comarcas donde están instaladas. Y porque en su día el Instituto Catalán de Finanzas (ICF) les dio créditos para que efectuaran inversiones. El sector cifra en unos 350 millones de euros el impacto económico de la actividad, que generaría a su alrededor unos 17.000 empleos. Y ahora la Generalitat tiene un importante trozo del pastel en sus manos: el 35% del dominio de esquí alpino existente en Cataluña.

La compañía evita dar las cifras que su apuesta por el esquí dio el pasado año. Ni de facturación ni de beneficios. Pero el presidente de FGC, Enric Ticó, asegura que “los números rojos de la temporada 2011-12 fueron compensados por los beneficios de la campaña anterior” y subraya que la apuesta por la nieve “no cuesta dinero al contribuyente”. El problema es que, en plena austeridad, las inversiones se reducen a la mínima expresión y reducen el atractivo para los esquiadores.

Economías de escala

 “Las inversiones son altísimas y los forfaits son baratos”, asegura Joaquim Alsina, director de la Asociación de Estaciones de Esquí y de Montaña para explicar la dificultad de lograr beneficios por los altos costes que tienen que asumir las empresas que explotan las pistas. En su opinión, la rentabilidad llegaría solo “duplicando el precio de los forfaits”.

Ticó asegura que ese predominio que tiene FGC garantiza obtener economías de escala, que ya en el último año habrían supuesto un ahorro de 2,5 millones de euros. Esta temporada, como novedad, la empresa lanzará un forfait anual que permita esquiar en todas las estaciones que gestiona, además de la de Tavascan, con la que mantiene un acuerdo de colaboración.

Las comparaciones, odiosas en general, lo son más para las pistas de esquí públicas. FGC prevé vender este año un total de 550.000 forfaits. Sería una mejora sustancial a la temporada pasada —las cuatro estaciones que controlaba vendieron unos 350.000 forfaits y Vallter 60.000—, pero los números quedan muy atrás de la estación líder: Baqueira, que la temporada pasada, adversa climatológicamente, vendió 765.000 forfaits. “No tenemos un plan estratégico que pase por tener una o dos estaciones más al año”, asegura Ticó en una velada alusión a la posibilidad de haberse quedado con Boí Taüll.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 

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