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Réquiem por el maestro Reverendo

Homenaje a uno de los músicos madrileños más queridos: de Javier Krahe a Rosendo, todos desfilarán hoy por el Galileo Galilei

Diego A. Manrique
El Maestro Reverendo en una imagen de 1998.
El Maestro Reverendo en una imagen de 1998.Carlos Serrano

Ningún músico tenía un currículo semejante al de Ánjel Muñoz-Alonso (1955-2012), universalmente conocido como El Maestro Reverendo. El apodo derivaba de su temprana experiencia como organista en una iglesia madrileña; antes pasó por el seminario, lo que igual explica un cierto aire eclesiástico. Pero aquel Reverendo también disfrutaba tocando pasacalles, música contemporánea, cuplés y muchas variedades del rock.

Ese sentido global de la música derivaba de una rara pasión por la humanidad. Así lo cree su primo Julio Muñoz, El Chino: “La gente que le caía bien podía contar con toda su ayuda: arreglos, bolos, composiciones. Era muy desprendido con otros instrumentistas. Sabemos de docenas de teclados que prestó, que andan desperdigados por estudios, locales de ensayo, casas de amigos”.

En el Conservatorio le encarrilaban hacia una carrera seria. Hasta que participó en el éxito gamberro del grupo Desmadre 75, Saca el güisky, cheli. Le había advertido un profesor: “En cuanto ganes dinero, adiós a los estudios”. Acertó…hasta cierto punto. El Reverendo siguió estudiando por su cuenta, de modo obsesivo. Pero le atrapó el rock, incluso cuando era una actividad comercialmente estéril.

Sintomático el caso de Paracelso, grupo que ganó dos ediciones consecutivas del Premio Rock Villa de Madrid… Sin despertar el mínimo interés entre la industria musical. Allí coincidió con El Gran Wyoming, con quién fundaría un tándem que recorrería muchos antros y abundantes estudios de televisión; la producción conjunta se reúne en Antolojía 1975-2000. Por cierto, no hay erratas en esas jotas: Ánjel admiraba a Juan Ramón Jiménez y seguía sus pautas ortográficas.

Para Julio Muñoz, El Reverendo amaba sobre todo la creatividad del momento. “Le encantaba repentizar sobre cine mudo. Lo hizo en el Cine Estudio Griffith y lo repetía en cualquier bar que programara, por ejemplo, las películas de Buster Keaton”. De ahí vinieron encargos de bandas sonoras para cineastas como Fernando Trueba, Emilio Martínez Lázaro, Enrique Urbizu o Manolo Summers.

Tal variedad de compromisos explica que El Reverendo nunca grabara un disco bajo su nombre: “Le faltaba esa vanidad, aunque disfrutaba en el estudio. Como arreglador o instrumentista, se le escucha con Los Enemigos, Desperados, Vainica Doble, Extremoduro, Ronaldos, Kevin Ayers, Luz Casal, Fito y los Fitipaldis….¡hasta con María del Monte!. Para Ánjel, todo la música era válida”.

Pero mandaban las relaciones amistosas. Al descubrir un alma gemela en Julián Hernández, de los vigueses Siniestro Total, se instaló en Galicia. Si había posibilidad de reírse, allí estaba. Desarrolló el humor musical con el Rudy Armstrong Quartet, donde Fernando Palacios tocaba las trompetillas de plástico. También hubo complicidad con Moncho Alpuente, fértil generador de canciones críticas.

El pasado septiembre, cuando Ánjel murió, diversos colegas empezaron a planificar homenajes musicales. Finalmente, esos proyectos han confluido esta noche. Dada la abundancia de invitados, se pensó en alquilar un teatro pero los organizadores decidieron que resultaba más coherente hacerlo en el Galileo, escenario de muchas noches “reverendas”. El inconveniente es obvio: las entradas se agotaron al momento.

No importa: cualquiera que recuerde el sótano donde Ánjel trabajaba, sabe que estaba habituado a los espacios angostos. “De alguna forma, esa modestia ambiental encajaba con su timidez”, aventura su primo. “Pero realmente era un Fórmula 1. Necesitaba combustible de alto octanaje y, claro, se quemó antes de tiempo. Todos los que tratamos al Reverendo nos sentimos bendecidos por su entusiasmo y su generosidad”.

Concierto-Homenaje a Ángel Múñoz El reverendo. Sala Galileo Galilei, 1 de diciembre. 21.00

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