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CRÍTICA / JAZZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Deslumbrante

Melody Gardot, gran voz femenina del jazz, dio un recital al estilo del viejo espiritual negro

Melody Gardot, durante su actuación en el Palau de la Música de Barcelona.
Melody Gardot, durante su actuación en el Palau de la Música de Barcelona. DI NOZZI

De todas las voces femeninas que en los últimos tiempos han ido poblando los escenarios jazzísticos, sin lugar a dudas la de Melody Gardot es, si no la mejor, sí la que aporta un planteamiento más abierto y original. Tan abierto y original que podría dudarse si le conviene la etiqueta "jazz" pero a estas alturas qué más da el nombre que le pongamos a una música si al final resulta tan impactante como la que propone esta joven un tanto enigmática de New Jersey.

Melody Gardot es un auténtico animal de escenario, la tarima parece ser su hábitat natural y no necesita más que su presencia para atrapar a cualquiera que esté presente. En el Palau de la Música apareció sola en la penumbra cantando al estilo de los viejos espirituales negros, acompañándose simplemente con una pulsera de cascabeles y sus pies golpeando el suelo. Apoteósico. A partir de ahí lo tenía ya todo ganado pero en ningún momento bajó la guardia completando casi dos horas de música deslumbrante.

Melody Gardot

FESTIVAL DE JAZZ

Palau de la Música

16 de noviembre

Barcelona

Tras su tema en solitario, y ya escoltada por toda su banda, Gardot retomó una decena de temas extraídos de sus dos últimos discos (My One And Only Thrill y el todavía reciente The Absence). Comenzó con lo más colorista mezclando esencias africanas con muchos ritmos de origen brasileño (lo brasileño le sienta de maravilla), del jazz al pop sin prejuicios, viajó del delta del Mississippi a París y de ahí a Lisboa, se sumió en un par de baladas profundas y cargadas de sensibilidad y llegó a la recta final con una explosión de color, ritmo y sensualidad, levantando a todo el público de su sillas y poniéndolo a bailar. Una apoteosis que culminó con una versión tremendamente sugestiva del inmortal Fever.

Melody Gardot cantó con una voz seductora que domina y doblega a la perfección, tocó el piano con seguridad, se mostró más discreta con la guitarra y acabó bailando, bastón en mano, con su saxofonista. Un planteamiento escénico de gran atractivo (todo lleno de enormes rocas y cajas de madera capaces de sugerir cualquier ensoñación) y un juego de luces rozando la perfección completaron una propuesta que para Gardot es algo más que musical y para su público sencillamente fascinante.

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