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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Raimon, Barcelona y Valencia

El 15 de diciembre se cumplen 50 años de la primera actuación de Raimon en Barcelona

Miquel Alberola

El 15 de diciembre se cumplen 50 años de la primera actuación de Raimon en Barcelona. Hasta ese momento, aquel estudiante flaco solo guitarreaba en un vernáculo potable, como había contorneado el ensayista Joan Fuster en su tarjeta de presentación a Joaquim Maluquer, uno de sus contactos en la ciudad, pero su objetivo no era otro que seguir la senda académica que se había trazado y que iba desde el instituto de Xàtiva hasta la cátedra del doctor Reglà en la Universitat de València. Sin embargo, aquella actuación, en una sesión colectiva en el Fòrum Vergés, daría al traste con sus planes docentes.

Lo que vieron y oyeron quienes asistieron a aquella actuación, como ya consignó Antoni Batista en su solvente libro sobre el cantante, no tenía ninguna relación con lo que veían y oían en aquellos Setze Jutges, cuyos trinos en traje y corbata no constituían sino un acto de servicio de una progresiva burguesía a la cultura propia como objeción al franquismo. Raimon era una explosión de naturalidad en estado puro, la gota que desbordaba el vaso, el boquete por el que se liberaba toda la energía reprimida a lo largo de siglos. Su grito rasgaba un silencio colectivo tan denso como la losa de un sepulcro, rescataba la canción del entretenimiento y la convertía en un instrumento social y cultural activo.

Barcelona celebra con una serie de actos muy completa esta efeméride, y el propio cantante, en el libro que acaba de publicar Empúries con motivo de la exposición Raimon al vent del món, subraya esta “historia de amor” con la ciudad que nació como algo “súbito, imprevisible, estallante” en aquella actuación de diciembre de 1962. Para Raimon fue “una revelación” que cambió las agujas de su tren y que, desde aquel primer disco con una fotografía de Oriol Maspons (en la que daba la impresión de que Bob Dylan se esforzaba por imitar a Raimon), propició la maduración literaria y musical de unas canciones cuyas emociones muchos de nosotros llevamos tatuadas en la memoria sin posibilidad de borrado.

Pero la admiración de Barcelona por Raimon, y su reconocimiento en este aniversario a través de exposiciones, proyecciones y recitales, también ponen el foco sobre el desafecto que todavía hoy le profesan las fuerzas vivas de su ciudad, Valencia. En ese mismo libro, con muestras del impacto internacional obtenido por el cantante y de los mordiscos que la dictadura daba a su repertorio y a su carrera, el cantante deplora que en su propio país se lo pusieron “muy difícil”. Tanto “las autoridades franquistas” como “algunos queridos examigos”. Sin embargo, no fue solo entonces. Desde que en 1995 el PP llegó a la Generalitat y a las principales instituciones, las salas del circuito dependiente de la Administración se cerraron para Raimon, pese a ser uno de los valores culturales más exportables de los valencianos. Dentro de nada se cumplirán 20 años de su proscripción democrática en Valencia, algo que también merecería una serie de actos conmemorativos por parte de la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia. Porque al PP le gusta Raimon, aunque prohibido, quizá porque le intensifica la nostalgia de la dictadura y afianza su verdadera identidad.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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