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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La huelga y las elecciones

La jornada de protesta es una invitación a poner la crisis económica en el centro del debate

Enric Company

La pausa en la campaña electoral provocada por la huelga general contra la política económica de la Unión Europea y los gobiernos de España y Cataluña quizá contribuya a que algunos ciudadanos reflexionen sobre cual es el carácter a las elecciones del día 25. El Gobierno de Artur Mas y su partido las han adelantado dos años para convertirlas en un plebiscito sobre la soberanía de Cataluña, o sobre el derecho de Cataluña a ser soberana, o a decidir si quiere serlo. El partido independentista al que CiU ha robado el programa máximo, Esquerra Republicana (ERC), sigue a Mas en esta apuesta. ¿Cómo no iba a hacerlo? Pero todos los otros partidos denuncian una y otra vez que, en realidad, el plebiscito en que CiU y ERC pretenden convertir las elecciones, es un subterfugio para evitar que los ciudadanos rechacen en las urnas la fracasada política económica neoliberal aplicada por Mas. Y por el PP de Mariano Rajoy en toda España.

No solo la jornada de huelga induce a recapacitar. La inflación interanual se ha situado en el 4% en Cataluña, medio punto porcentual más que el promedio español, mientras el Gobierno da a entender con su silencio que las pensiones no van a recuperar esa pérdida de capacidad adquisitiva. La sociedad española y catalana asisten estupefactas desde hace un par de años al goteo, acrecentado estos días, de tragedias familiares provocadas por los desahucios en que ha derivado la burbuja inmobiliaria. La tasa de paro está en el 22% en Cataluña, el 25% en España. Y subiendo, a caballo de una legislación laboral, la impulsada PP y CiU, que deja a los trabajadores literalmente inermes ante las empresas.

Los sondeos apuntan que el porcentaje de indecisos es todavía muy alto. Y que la proporción es más grande entre potenciales electores de izquierdas. Lo más probable es que muchos de ellos duden, precisamente, por que no acaban de dilucidar muy bien si se hallan de verdad ante un plebiscito en el que no están interesados. En cualquier caso, a estas alturas está ya muy claro que, encantado por haber recibido tan inesperado regalo, el PP ha recogido el guante y, como Mas y CiU con la señera, se ha envuelto también en la bandera y se ha lanzado a discutir sobre soberanía, nación, etcétera, etcétera. Artur Mas le ha hecho ahora al PP de Rajoy el mismo tipo de favor que en 2004 le hizo el PP de José María Aznar a la ERC de Josep Lluís Carod: le convirtió en el protagonista del debate político dando a conocer que se había entrevistado con dirigentes de ETA. El resultado fue que ERC batió de sobras su récord electoral.

CiU y el PP aspiran ahora a lo mismo: a que el debate sobre banderas les empuje al alza en las urnas. Así será, salvo que otros electores sean movidos a la acción en sentido contrario por las reflexiones de la jornada de huelga general sobre la inflación, el alza de precios, los recortes de salarios, el constante aumento del índice de paro, el deterioro de los servicios sociales y el anuncio de que 40.000 millones euros de dinero público irán a parar en diciembre a los bancos quebrados por el estallido de la burbuja inmobiliaria. Todas estas cosas de las que, en tanto que partidos gobernantes, son ahora mismo igualmente corresponsables las dos fuerzas nacionalistas que debaten sobre banderas.

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