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Música que derrite el invierno

‘Bon Iver’, el alias del estadounidense Justin Vernon, un proyecto de folk intimista nacido del frío con el que ha ganado dos ‘grammys’. Mañana actúa en Madrid por primera vez. Quizás, por última

Justin Vernon, más conocido como Bon Iver, en una foto de promoción.
Justin Vernon, más conocido como Bon Iver, en una foto de promoción.

Dicen que en Estados Unidos eres alguien cuando te imitan en el programa de televisión Saturday night live. La encarnación de Justin Vernon apareció en febrero. En el sketch,famosos como Prince, Brad y Angelina o Kanye West (con el que Vernon ha colaborado) pasaban por la casa de Jay Z y Beyonce para conocer a su hija recién nacida.

 El imitador de Vernon aparecía vestido con un traje de tweed, ojeras y una peluca que imitaba una calvicie más que incipiente. Parecía un profesor universitario de 50 años, farfullaba más que hablaba y se quedaba dormido interpretando una de sus canciones. Era el mismo aspecto con el que el Vernon real, de 30 años había ido a recoger, una semana antes, dos grammys —a revelación de 2011 y mejor disco alternativo— por su segundo trabajo grabado bajo el alias Bon Iver.

La parodia rozaba la crueldad. Tanto que al final del programa el actor que le interpretó apareció con un cartel en el que ponía “I love Bon Iver”. El actor era Justin Timberlake.

A partir de esa semana, Bon Iver se convirtió, oficialmente en una celebridad. Era el final de un camino que empezó en 2005. Aquel año Justin Vernon convenció a su grupo, DeYarmond Edison, para mudarse desde su pueblo, Eau Claire, en Wisconsin, donde eran las estrellas locales, a Raleigh, Virginia, con la esperanza de que allí despegarían. Tenía 23 años.

Actuaciones memorables

Esta será la primera vez que Bon Iver actúe en Madrid y anoche todavía quedaba un puñado de entradas disponibles para el concierto de Vistalegre.

La formación será, se espera, la misma que le acompañó en sus directos de julio, en los que, a juzgar por las reseñas, ha sido una de las giras más memorables. Pasó por Bilbao y Barcelona. Son en total ocho músicos que incluyen batería y percusiones, dos guitarristas (a la que hay que unir la de Justin Vernon), cuerdas, coros y vientos.

Pero no funcionó. “Sonaban como una gran banda que no sabía lo que quería hacer”, escribió el periodista Grayson Curlin, posiblemente el primero que se fijó en ellos. El fracaso pasó factura. Un año después de llegar a la ciudad estaban hundidos. A Vernon además le diagnosticaron una mononucleosis y una infección en el hígado. La ruptura con su novia fue el último empujón. Decidió regresar a su ciudad natal.

No tenía un plan, y volver a tu pueblo con el rabo entre las piernas cuando te fuiste para triunfar no debe de ser plato de gusto. Quizá por eso le pidió a su padre que le dejase la cabaña que tenía en las montañas. El padre le advirtió que estaba pensada para las temporadas de caza, en verano, y se acercaba el invierno. Y debe de ser duro, porque en la web del Ayuntamiento de Eau Claire, un pueblo de 65.000 habitantes, en el condado de Chippewa, antiguo territorio Cherokee, hay un apartado titulado ¿Está preparado para el clima severo? donde explica cómo afrontar nevadas que aíslan granjas durante semanas.

Vernon subió en noviembre de 2006 y volvió en febrero de 2007. Traía un disco bajo el brazo firmado como Bon Iver (en francés, bon hiver significa buen invierno). Hizo una edición casera que distribuyó entre sus amigos. Eran canciones que había escrito en aquel mal año en Raleigh que trataban del aislamiento, la decepción y las rupturas. Dicen que el diablo está en los detalles. Si uno escucha Silent signs, el segundo disco de DeYarmont Edison, musicalmente los cambios son sutiles, pero su voz había cambiado. Usaba un falsete que resultaba mucho más íntimo, más maduro y emocionante. Cuando una copia llegó al dueño de Jagjaguar, el sello que había editado los discos de su grupo anterior, se ofreció a publicarlo inmediatamente. For Emma, forever ago apareció en 2008 y fue un éxito inmediato. De repente Eau Claire era el destino de agentes de contratación, periodistas o mánagers.

Ese año visitó España por primera vez. Actuó en el festival catalán Primavera Sound. “Era un tío educado, más bien triste, y no dio ninguna guerra”, dicen desde Barcelona. “Eso sí, su concierto era a primera hora en el Auditori y lo reventó”.

En 2011 editó su segundo disco homónimo. Había crecido. Mucho. Las composiciones eran exuberantes. Hay una seguridad que suma riqueza a la sensibilidad de su debut. Vendió 100.000 copias en su primera semana.

En los últimos meses, Vernon empieza a renegar, discretamente, del éxito. No quiere “ni oír hablar” de entrevistas, dicen en su sello español. Al parecer esta harto. No es un quejido de auxilio a lo Kurt Cobain, sino más bien la sensación de que Bon Iver, como proyecto artístico, tiene poco más que aportar. La sugerencia de que quizás sea momento de otro cambio. No parece tener muy claro hacia dónde, pero eso también le pasó la última vez. Y terminó en Saturday night live.

Bon Iver actúa mañana, a las 21.00, en el palacio Vistalegre.

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