Orgulloso de sus raíces

Quince meses atrás, coincidiendo con el Día de la Independencia de Colombia, Juanes convocó a más de 10.000 personas en el Palacio de los Deportes. Anoche, en La Riviera, el de Medellín redujo su nómina de seguidores a la quinta parte, pero se dejó el pellejo, bañado en sudor, de una manera irreprochable. Instalado en la radiante madurez de los cuarenta, el autor de A Dios le pido ha querido repasar sus éxitos (y otras piezas que no lo fueron tanto) en formato acústico. Pero el unplugged que ayer visitó el Manzanares no era rácano ni cicatero, sino asentado: doce músicos solventes, una razonable variedad tímbrica y un repertorio que en su género, ese pop latino para todos los públicos, es honesto y no admite grandes reproches.

Había menos presencia tricolor entre el público que el año pasado, pero los resistentes mostraron su cara más ardorosa. Y lo hicieron desde el primer momento, con un arranque en el que Juan Esteban Aristizábal encadena el pop infectado de cumbia de Fíjate bien, los amores despechados en La paga, una aceptable aproximación sureña a Marley (Could you be loved) y el karaoke monumental que se organiza a cuenta de la consabida Camisa negra. Juanes es generoso en lo que mejor sabe transmitir: complicidad, calor, ritmos tropicales y una visión algo cándida del fenómeno amoroso. Y los fieles entran en éxtasis. Por no hablar de sus caderas.

Las escasas canciones nuevas no aportan mucha sustancia. Azul Sabina, el homenaje a nuestro conde crápula, es un swing rutinario, mientras que Dime incurre en los arquetipos de la música disco convencional. Pero el Juanes más orgulloso de sus raíces, el que se vuelve folclórico en Yerbatero y meloso en el bolero Para tu amor, suena inequívocamente sincero. Al final, Delirio o Mala gente certificaron un triunfo cantado ante los suyos.