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Buenas sensaciones

El Mercat de Música de Vic cierra su 24ª edición con una jornada que basculó entre la trascendencia y el humor

La ciudad de Vic, sometida a la música durante el fin de semana.
La ciudad de Vic, sometida a la música durante el fin de semana. PERE MASRAMON (mmvv)

De una banda casi destartalada y juvenil tocando punk-rock en un escenario casi improvisado a una propuesta elaborada y con pretensiones. De una banda que justo comienza a un solista que ya entrevé eso que se llama éxito. Un programador francés y un italiano despistado, eso sí, ambos luciendo la tarjeta que estos días en Vic indicaba a los habitantes que su portador era alguien del negocio musical. Y gente, muchísima gente deambulando por una ciudad dividida en cuatro capas: los profesionales, los espectadores, los curiosos y los que buscaban, estos últimos subdivididos entre los que aspiraban a un lugar donde cenar y los que deambulaban en pos de un hueco, improbable, donde aparcar. Una ciudad sometida a la música. Y ya han sido 24 años.

El Mercat de este edición se ha clausurado con notable satisfacción por parte de su dirección. El refuerzo del apartado profesional mediante el uso de mecanismos de contacto más ágiles, la apuesta por una programación menos nutrida pero mejor estructurada y la pugna para que el Mercat sea el lugar de estreno de nuevas propuestas se han visto correspondidos por una respuesta favorable por parte de un sector profesional más necesitado que nunca de foros de encuentro e intercambio. El florecimiento de iniciativas paralelas como el Festival Hoteler, un “hágaselo usted mismo” sustanciado en una serie de conciertos de bandas noveles mayormente de punk-rock que tocaban en una especie de cueva garaje situada junto al hotel Pamplona, muestra que la implicación ciudadana va a más. Y de paso, ofrece a los programadores nuevos viveros donde pescar propuestas.

Por lo que se refiere al festival oficial, la noche del sábado esperaba la propuesta de Enric Montefusco y Raul Fernández, quienes, bajo el título de Réquiem, ofrecieron un concierto que aspiraba a emular la liturgia de una celebración religiosa. Una coral de 25 voces apoyó la voz de Montefusco, quien cantaba poemas y textos de Pavese, Celine, Strindberg, Beckett y otros. El resultado, con hallazgos esporádicos cuando las líneas melódicas se aproximaban al pop, resultó en general denso, pomposo y chistosamente trascendental, un puente entre el mundo gregoriano, la mística cristiana, el canto coral, el tormento del espíritu, la ostentación intelectual y el pop con aires catedralicios que no se sabe muy bien qué sentido tenía más allá de su propia existencia. La escenografía resultó, finalmente, la parte más interesante de un espectáculo que palidece ante cualquier misa cantada.

Tras la inmersión en el mundo trascendente, nada mejor que la intrascendencia biliosa e irónica de Macho y su rock y rhythm and blues garajoso y vitriólico. Canciones y letras como Ministro español nos hablan de una época sin tener apariencia de ser nada más que de canción chistosa. Sin duda el humor es un arma poderosa. Ted Leo, un primo estilístico de Billy Bragg, cerró la sesión del Mercat, que tuvo en los locales Mates Mates un balón de vitalidad. Sus temas, chispeantes y dinámicos, cosidos con guitarras nerviosas y trombón, recordaron tanto al énfasis épico festivo de Flaming Lips como al pop de Ia Batiste, situándose en un terreno que parece pertenecerles solo a ellos. Un buen final para una noche que comenzó densa.

[El Mercat, aseguró ayer en la jornada de clausura su director, Marc Lloret, ha superado los 110.000 espectadores de 2011, informa Efe.]

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