Restauración
Avisa la estupenda revista satírica Mongolia que el número de este mes no contiene ningún chiste sobre el Cristo de Borja. Es grato saberlo, ya que el bombardeo sufrido empieza a empalagar. Aquí somos de chiste repetido hasta la saciedad —“Veintidó, veintidó”, “Qué pasa, neng” y etcétera—, pero sólo a Chiquito de la Calzada le otorgamos la eternidad. Chiquito nunca pasará de moda, gracias a Dios, pero lo del Cristo parece tener las horas contadas. Pero insistimos.
Incluso el otro día en una obra de teatro que vi habían colado una referencia al eccehomo para dar actualidad al espectáculo. La cita sonaba vieja, como si hicieran un chiste con Rumasa o Hacienda... Esperad un momento. Esos chistes se siguen haciendo, son “actuales”. Ruiz Mateos está en la primera plana de los periódicos y los fotomontajes de Montoro como el señor Burns de Los Simpson están de rabiosa actualidad.
Además, fantasmas que creíamos haber enterrado vuelven a hacer acto de presencia. La ley del aborto o las restricciones a los extranjeros para obtener la tarjeta sanitaria son novedades que suenan a pasado.
Casi 40 años después de que se iniciara la Transición, abordamos un periodo de “Restauración”, como si al maltrecho panorama social, económico y cultural le hubiésemos aplicado las artes de una septuageniaria de un pueblo de Zaragoza.
No hay mala intención en los restauradores, todo lo contrario. Hay ganas de mejorar la situación, pero el intento de recomposición se realiza desde la ignorancia más absoluta. No me considero nada conspiranoico y creo más en la cutrez que en la maldad. Existen pocos villanos, pero lo que abundan son los mediocres. Y esta “Restauración” se está ejecutando con mediocridad, desidia y analfabetismo. Detrás de todo esto no están ni Spectra, ni Fu Manchú, ni siquiera el Dr. Maligno de Austin Powers —bueno, a lo mejor éste un poco sí—, sino la torpeza, como si el Peter Sellers de El guateque llevara el timón de la política económica española.
Decir, como se ha dicho, que la cultura es “entretenimiento” no es la declaración de intenciones de un genio del mal, sino de un burócrata rancio y tontolaba.
Si nos hubieran preguntado de niños por el año 2012, habríamos hablado de un mundo con coches voladores, comida en cápsulas y teletransporte. No con una subida del IVA, o con jóvenes en paro que viven en casa de sus padres (y no reciben ayuda del Estado). Claro que nuestra imaginación (y, en definitiva, la afirmación anterior) es demagógica, pero eso está en su naturaleza. Soñábamos con un futuro esplendoroso y ha resultado ser una birria. Ni utópico ni distópico, más bien pocho. Se parece demasiado a lo que creíamos haber dejado atrás.
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