Pililas y cholitas
Mercado de la Piedra. Vigo. A mi izquierda, un trío: dos mujeres y un hombre. Intuyo que una de ellas es la madre de ella o de él. Mi capacidad de fisonomista ha sido siempre sencillamente nula. Me pones un par de gemelos y no sé decir si son hermanos. A lo que vamos. Acaban antes que yo de degustar los placeres de Galicia y se levantan. Ella le pide a él un beso. Y la otra ella, la mayor, le insiste para que se lo dé. Él, tímido, vergonzoso, con tanta gente a los lados, se hace el longui,se aparta, sonríe, pero rehúye el beso. Ellas insisten, y el beso pedido acaba convertido en un piquito, como robado bajo un farol.
No me negarán que no es una estampa de otro tiempo, de otra España, de la España gris y somnolienta, de la España mojigata y asustada, de la España acaudillada (nada que ver con acaudalada), de la España monjil y seminarista. ¿O era de esta España actual? Fue ver la escena y venirme ipso facto el nombre de José Ignacio Wert a la cabeza. Debías haber estado aquí, muchacho, digo ministro de Educación. Los habrías acogido en tu pecho y comido a besos. Esa es la pareja española, la timorata, la que no se besa en público, la de la española que un beso de amor no se lo da a cualquiera. Y no como aquella pareja francesa que se besaba en plena calle tras ser liberada París e inmortalizada en una fotografía. Ya se sabe, franceses tenían que ser, porque lo verde empieza en los Pirineos.
El señor Wert ha dado la noticia que faltaba, la gran noticia. No, la de la crisis no, que esa es ya muy vieja. Me refiero a la de la segregación educativa por sexos: las pililas con las pililas y las cholitas con las cholitas. Wert le ha dado el alegrón de su vida al Opus Dei y, de paso, nos ha robado unos cincuenta años a los españoles. De verdad señor Wert, extertuliano, exanalista, ex no se qué, ¿cree usted que en el siglo XXI está mal visto que niños y niñas estudien juntos?
De verdad, muchacho, digo Ilustrísimo ministro, ¿cree que a estas alturas se puede volver al siglo XIX? Me pregunto yo: siguiendo su lógica, ¿habrá dos Consejos de Ministros, el de los hombres y el de las mujeres?, ¿dos Parlamentos?, ¿dos Senados? ¿Habrá, en definitiva, un país para hombres y un país para mujeres, como en el mundo fundamentalista islámico?
Yendo más allá, a poco que le dé un calentón, quizás la clase de los niños debería segregarse entre gais (esos chicos enfermos, ya sabe) y heteros, y las de las niñas, entre lesbianas (esas chicas desviadas) y futuras madres, que es lo suyo, según dicen los amigos de usted. Recuérdeme que le regale un malísimo disco (en vinilo) de Los Bravos que cantaban “los chicos con las chicas tienen que estar, las chicas con los chicos han de vivir”. Eran los años 70 y vivía aquel del bigotillo, ¿se acuerda? De verdad, me da usted miedo, ilustrísimo, más miedo que el que tenía ese buen hombre que malgastó un beso por pudor en el mercado de la Piedra.
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