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OPINIÓN

Unas elecciones abiertas

Feijóo ha tomado la decisión menos mala para los intereses del PP en España y en Galicia

El presidente Feijóo anticipó las elecciones autonómicas de Galicia para hacerlas coincidir con las vascas, el próximo 21 de octubre, día de San Bertoldo, sinónimo de ilustre y brillante. Según él, lo hace en interés de España y, por supuesto, de Galicia. La oposición, en cambio, no observa valores tan nobles en la convocatoria. El PSdeG-PSOE tiene prisa por volver al poder y solo habla ya de cambio, y el BNG ve la mano de Rajoy detrás de la esperada decisión del presidente de la Xunta, cuya buena imagen personal parece más difícil de combatir que su modesta tarea de gobierno, más eficiente en el control del gasto que en el impulso del crecimiento y el desarrollo del bienestar. En resumen, que en ocho semanas toca votar y decidir si debe volver a gobernar el PP o si, por el contrario, socialistas y nacionalistas merecen otra oportunidad de gestionar este pequeño país, cada vez más pequeño en habitantes, muchos de ellos atemorizados por la crisis.

De entrada, la convocatoria tiene su lógica —gallegos y vascos ya votaron juntos la última vez, en marzo de 2009— pero también tiene su pequeña historia. O grande, según como se mire. Vista con perspectiva española, esta decisión de Feijóo le despeja el camino a Rajoy, ya que, una vez celebradas las elecciones vascas, tendrá dos años sin citas electorales en los que podrá gobernar sin darle tantas vueltas a las cosas, lo cual no quiere decir que ahora no gobierne ya con dureza. Pero podrá sentirse menos condicionado por el qué dirán los votantes con una papeleta en el bolsillo, que no es lo mismo que con una pancarta en la mano. De este modo, entre el 21 de octubre y finales de 2014, Rajoy estará sin condicionantes electorales, ¡Qué alivio!, pensará el político pontevedrés.

Rajoy no solo despeja así la pista para su máquina de ajustes sino que evita que el 21 de octubre su partido salga del todo mal parado esa noche electoral, como hubiera sucedido de celebrarse solo elecciones en el País Vasco. Cuando menos, en Galicia ganará; otra cosa es que sea o no con mayoría absoluta. Pero de cara al exterior podrá decir que ha ganado, aunque, si hay margen para ello, socialistas y nacionalistas le arrebaten el poder.

La fecha no solo es la mejor para Rajoy sino también para Feijóo. Y en el peor de los casos, es la menos mala. La batería de medidas económicas pendientes de ejecución, sumadas a otras que se derivarán del segundo rescate, va a derivar en menos servicios públicos, peores salarios y más impuestos, lo que hace temer un terrible arranque del año 2013, con presupuestos más bien cicateros. Si a ello se le suman los riesgos de impago de las participaciones preferentes, la posible desaparición de Novagalicia Banco, probables dificultades con las primas del sector eólico y la crisis en los precios agrarios, con cifras de paro subiendo, nadie en el lugar de Feijóo elegiría fechas así para presentarse a unas elecciones. Porque, en el mejor de los casos, lo único que tendría es más cerca el horizonte de la salida de la crisis, pero estaría tan lejos que solo los muy iniciados podrían verlo con prismáticos. Es una situación de emergencia, como admitió en algún momento el propio Feijóo al justificar su adelanto electoral.

No hace falta insistir mucho más en los problemas que tiene Feijóo, que deja en el limbo la investigación de las cajas, la democratización de los medios públicos e incluso otras cosas que a él parecían interesarle más, como la controvertida reducción del número de diputados. Todo eso o bien es historia o volverá a aflorar con un nuevo Gobierno, ya con una etapa política más adaptada a la crisis. Nada volverá a ser igual, porque el escenario de hoy en día no tiene nada que ver ni siquiera con el del año pasado. La crisis lo devora todo a su paso y lo que se impone es dar alternativas en unas elecciones abiertas. En ese sentido, la izquierda tiene un reto no menos complicado que Feijóo. Si desea realmente gobernar deberá presentar las bases de un posible acuerdo y superar la etapa de la crítica por la de la esperanza. Ni el PSdeG-PSOE ni el BNG —y menos aún otras fuerzas que también aspiran a entrar en el Parlamento— pueden gobernar en solitario, por falta de votos suficientes, de modo que aunque mantengan sus programas deberían ser capaces de elaborar una mínima estrategia común. Por cierto, con los pies en la tierra.

@J_L_Gomez

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