Novillotes para el éxito
El presidente no aguantó la presión y regaló una bochornosa puerta grande a El Juli
Llegaron las figuras y se acabó la seriedad. Los toros de El Pilar fueron unos novillacos cortados a la medida de los que llevan la voz cantante del escalafón. Toros anovillados o novillos con cuernos que simulen su seriedad. La mayoría con los cuatro años cumplidos en abril y mayo.
Trapío ninguno. Una corrida de plaza pequeña. Desde luego que no para las figuras, que en las plazas pequeñas torean becerrotes sin pitones. En Bilbao debieron tragar con estos pseudotoros en la plaza donde sale el toro grande y serio. Y es cierto que sale, pero se ve que no en los días en que se anuncian las actuales figuras del toreo.
No fue sólo la seriedad del toro lo único que cambió la llegada de las figuras, sino también el rigor del presidente. Matías González recibió muchas críticas por sus decisiones del pasado martes y ayer no aguantó la presión cuando los tendidos pidieron las dos orejas en la primera faena de El Juli. No aguantó esa presión y regaló al madrileño una bochornosa puerta grande para la historia moderna de la plaza de Bilbao. Ni el toro tuvo importancia, ni la faena enjundia, ni sus muletazos el valor para merecer semejante trofeo.
En la plaza solamente existió el deseo de vengar la afrenta del pasado martes y si Juli hubiera realizado cualquier otra cosa también habría visto a los tendidos solicitando las dos orejas.
EL PILAR / PADILLA, EL JULI Y TALAVANTE
Siete toros de El Pilar, terciados y sin trapío, descastados y nobles. El primero fue devuelto por falta de fuerza y el sobrero salió en cuarto lugar.
Juan José Padilla: dos pinchazos y estocada caída (silencio tras aviso) y pinchazo y media en los bajos (silencio).
El Juli: estocada trasera (dos orejas) y pinchazo y estocada caída (saludos).
Alejandro Talavante: pinchazo y estocada (saludos tras aviso) y estocada desprendida (oreja).
Plaza de Bilbao. 23 de agosto de 2012. Tres cuartos de entrada. Sexta de las Corridas Generales.
No puede ser que guste lo mismo el sensacional toreo de Fandiño y Mora del miércoles, ajustado a los cánones de la tauromaquia que el de ayer, forjado en todo lo contrario.
Los muletazos de El Juli fueron citando siempre al hilo del pitón, llevándose al toro lejos, acabando los muletazos a metros de su cadera. Es el toreo de llevarse al toro, cuando la verdad dice que hay que traerse al animal y rematar en la cadera el muletazo. Pero el público lo aplaudió todo, hasta los pases de pecho en los que cabía otro toro entre hombre y animal.
Si el toreo bueno es el del día anterior, incluso el de los muletazos completos de Talavante en el sexto, donde no hubo una faena compensada, no puede tener el mismo valor el trasteo despegado y en línea recta de El Juli. Por mucho que ligue los muletazos y saque innumerables series de cada toro.
Abrió la tarde Padilla, que se mostró incapaz de imponerse a sus dos enemigos, incluso al primero, que no tenía fuerzas.
Cerró la terna Alejandro Talavante, que apuntó cosas en el tercero en una faena de altibajos. En el sexto, logró una oreja a base de alternar series hondas con momentos de desconcierto. Una buena estocada animó los pañuelos.
Ayer no hubo razones para salir en hombros, porque lo primero que faltó es la presencia de los toros. Qué curioso que el único con trapío para Bilbao fuera el sobrero, que tuvo que lidiar Padilla en cuarto lugar. Los demás, salvo el sexto de Talavante, no debieron salir al ruedo de Vista Alegre. Por ello, todo lo que ocurrió en el ruedo careció de la importancia de esta plaza y aunque la imagen de El Juli en hombros dé la vuelta al mundo taurino, los aficionados, que lo habrán visto por la bendita televisión, sabrán que dista mucho de ser un triunfo para la historia.
Sólo nos queda el consuelo de que posiblemente ellos, los profesionales, también sepan que este tipo de triunfos no tiene ningún sentido.
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