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MARIJAIA Y CÍA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tana y la reencarnación

Algo malo, malísimo, debí de hacer yo en otra vida, para que en ésta me caigan los marrones que me caen. Y me explico. La otra tarde me telefonea Tana, mi amiga pija, y me dice que me sigue a diario. La imagino con gabardina, parapetada tras un periódico, y vigilándome de soslayo. “¿Pero estás en Bilbao?”, pregunto alarmada. “No, en Madrid”, contesta, “pero leo tus crónicas en la Red”.

Respiro aliviada. ¡Tana está lejos, qué tranquilidad! Pero justo cuando empiezo a relajarme, suelta la noticia bomba: viene a las fiestas y trae con ella a un amigo “espectacular”. Es su adjetivo favorito. Para ella, todo es espectacular. Bueno, resumiendo: Tana y Bosco han llegado. Los tengo en casa. Y Bosco, efectivamente, es espectacular. Tiene treinta y pico años y cierto parecido con Mario Vaquerizo, pero con los pelos color fucsia-cereza. Además es borde como él solo, y todas sus frases acaban en un “oyessss” que me enferma.

Tana, en cambio, está divina. Se ha quitado diez años de encima —los mismos que he cogido yo al verla— y dice que es porque ha hecho la dieta Duncan Dhu y porque la compañía de Bosco le sienta genial. “¿Pero tú estás liada con eso?”, le he preguntado escandalizada. Me ha respondido con cara torva que los hombres de su edad son como los váteres en Aste Nagusia: o están ocupados o están hechos un asco, y que Bosco al menos es joven. Así que sus relaciones siguen siendo para mí todo un misterio.

Lo único que sé es que a Bosco le están encantando Bilbao y sus fiestas. Ayer dijo que siempre había creído que la Gran Muralla China era la única estructura hecha por el hombre que resultaba visible desde la Luna, pero ahora empieza a pensar que también podrá avistarse la zona que va del Ayuntamiento al Arenal, oyessss. Supongo que lo dijo para hacerme la pelota, porque les invité a cenar y se zamparon un chuletón de aúpa con un reserva que quitaba el hipo. Y yo que pensaba que en la Duncan Dhu sólo tomaban salvado. Mientras ellos masticaban felices, yo intentaba recordar qué hice en otras vidas. Debió de ser algo terrible, porque hay que ver cómo lo estoy pagando.

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