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Pontevedra recuerda a la desaparecida Sonia Iglesias

Familiares y vecinos se manifiestan en el segundo aniversario de su desaparición

“Tenemos la convicción de que la desaparición no quedará impune, y el tiempo nos está dando la razón”, declaró ayer María del Carmen, la hermana de Sonia Iglesias, dos años y cuatro días después de que la mujer desapareciese en Pontevedra sin dejar pistas sobre su paradero. La manifestación que discurrió ayer por la ciudad en recuerdo de Sonia reunió a numerosos vecinos, que se unieron a los familiares y amigos para poner de manifiesto que la ciudad no ha olvidado el misterioso suceso.

Aquella mañana del 18 de agosto de 2010, Sonia partió de su domicilio en el Campo da Torre, próximo a la plaza de toros, acompañada de su expareja, Julio Araújo, con el que fue vista en una zapatería del centro. Sonia, encargada de una tienda de ropa, no solía llegar tarde, lo que enseguida suscitó las alarmas de sus compañeros. La falta de noticias en las primeras horas suscitó la movilización de la ciudad, que se volcó en las labores de búsqueda que se sucedieron por los alrededores, para hallar siquiera algún dato que indicase qué podría haber pasado. Pero fue en vano. Excepto por la cartera, que apareció en un poblado chabolista sin su documentación, los indicios fueron nulos.

Pronto arreciaron los rumores sobre la crisis en la relación entre Sonia y Araújo, padres de un hijo que ahora tiene 10 años, y sus trámites para separarse. El ruido se elevó hasta tal punto que la propia familia prefirió salir al paso para desactivarlos en las primeras semanas. Pero el trato nunca fue ideal, como demostró una denuncia del hombre a su suegra por calumnias, archivada con prontitud, a los pocos meses de la desaparición.

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Desde entonces la labor judicial y policial ha continuado sin descanso, como no se han cansado de repetir el anterior subdelegado del Gobierno, Delfín Fernández, y su sucesor, Antonio Coello. Los frutos fueron escasos al menos hasta el pasado julio, cuando trascendió que Araújo había sido llamado a declarar como imputado en la causa. Tras dos horas y media de interrogatorio, fue puesto en libertad sin medidas cautelares, pero con una redoblada presión policial y también mediática, como quedó patente en la atención puesta a un juicio rápido al que fue sometido tras dar positivo por alcoholemia después de un leve incidente aparcando.

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