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El rey de la playa

El gallego Ramiro Amarelle lidera, a 15 años de su debut, la selección de fútbol playa

Ramiro Amarelle marca un gol de chilena a Ucrania el pasado mes de julio.
Ramiro Amarelle marca un gol de chilena a Ucrania el pasado mes de julio.MANUEL QUEIMADELOS

Fue en la prórroga, a menos de un minuto del final, en un arenal ubicado en pleno centro de Moscú. Allí surgió Ramiro Amarelle para aclarar que no hay otro como él. Con la clasificación en juego para jugar el Mundial de fútbol playa del próximo año en Tahití, con el recuerdo de la ausencia de la selección española en el anterior campeonato, con el suyo propio de haber pasado año y medio lejos del combinado nacional dolorido por una latosa hernia que le afectaba a la espalda. Nada de ello importó en aquel instante que bien pudo rodar John Huston y haber protagonizado el Pelé de Evasión o Victoria. Amarelle recibió el balón en el centro de la cancha, lo paró con el pecho y mientras la pelota levitaba se volteó para acomodar una chilena con la zurda. El balón entró, con estrépito, por la escuadra. España estará en Tahití para tratar de ganar un título que no tiene y al que siempre opositó por jugadores, talento y pasión.

“Amarelle es la esencia del fútbol playa”, explica el director de Octagon

“Amarelle es la esencia del fútbol playa”, anticipa Santi Soler, director general de Octagon y Beach Soccer Worldwide, la firma encargada de dar vuelo del campeonato del mundo durante una década hasta que en 2005 la FIFA le otorgó lustre y oficialidad. Soler estuvo hace una semana en A Coruña para contribuir a escenificar en Riazor el campeonato nacional. Y allí sintió que el tiempo se detenía y que un meritorio rubiales saltaba a la arena con la camiseta del Peluquería Antena. Fue en 1997, en los albores del fútbol playa en España. Un torneo nacional previo ganado en Alicante por unos chiquillos coruñeses les premió con un partido contra la selección nacional, un combinado conformado por exjugadores profesionales de fútbol 11 y dirigido por el Lobo Carrasco. Allí estaba Quique Setién o los sportinguistas Joaquín y Manuel Jiménez, aquel central de Vilagarcía que hizo carrera en Asturias. El Peluquería Antena les puso en un brete: empataron a cinco. Soler, organizador del evento, recibió una llamada al día siguiente. Era Joaquín. “Me pidió el contacto de Amarelle. Nadie le conocía porque se perdió la cita anterior de Alicante, lesionado. Pero deslumbró a todos”.

“Le dije a Santi que queríamos llevarnos al chico con nosotros para que jugara los campeonatos siguientes”, revela Joaquín. Y allí fue, de último de la fila, pero para dejar huella. “La gente pedía desde la grada: ¡Qué salga el 2! Era diferente”, recuerda Soler. Coruñés, campeón de España juvenil con el Deportivo, Amarelle se había quedado a las puertas del Fabril y acababa de cumplimentar una campaña desigual, por lesiones, con el Cerceda en Tercera División. Pronto entendió que su futuro estaba en la playa. Joaquín lo resume. “Se hizo a si mismo para convertirse en un especialista en la modalidad, no un futbolista de campo grande que jugaba en arena”. Al hablar de fútbol, la playa ya no es lo que era. Cuando mediados los noventa a Joaquín le ofrecieron reclutar a excompañeros para matar el gusanillo en esa especialidad llamó a Rafa Gordillo. Esperaban la dura arena mojada en la que crecieron tantos chiquillos sobre todo en el Norte y se encontraron una superficie cálida y esponjosa. No era La Concha, Bastiagueiro o A Lanzada. Era Copacabana.

“Su chilena ha sido la más imitada, porque es perfecta”, dice Santi Soler

“No tiene nada que ver una arena con otra, un fútbol con otro, en el de arena dura se disfruta más, en este te cansas, todo es más complicado, el balón bota mal, sólo disfrutas cuando lo dominas, pero es difícil conseguirlo y ese es el hándicap para popularizarlo”, ilustra Amarelle. “Intenté fijarme en los brasileños, de sus acciones técnicas. Conseguí videos, me fijé en como corrían, el tipo de esfuerzos que hacían, como frenaban, arrancaban y se equilibraban. El golpeo”. Entendió que era una cuestión de pulir la técnica, de repeticiones. “Analizar, ver, adquirir habilidades y perfeccionar”, simplifica. Se convenció de que en cualquier tipo de fútbol se puede mejorar la destreza individual en solitario. “Aún hoy, 15 años después su técnica es distinta a la de los demás”, opina Santi Soler, que abunda en una conducción de la pelota que linda “con el malabarismo”. “Y su chilena ha sido la más imitada porque es de una perfección tremenda”, sentencia.

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“Es un líder”, abunda Joaquín, hoy seleccionador español de fútbol playa. “Supo aprender al lado de los ex jugadores, estar en su sitio y crecer poco a poco porque era el mejor”. Pronto encontró además compañía en dos paisanos, Nico Alvarado y el meta Roberto Valeiro, que se convirtieron en habituales de la selección. Pasados los años otros dos gallegos de una generación siguiente, Beiro y Kuman, estuvieron con Amarelle en la epopeya moscovita.

—¿Sería Tahití un colofón?

—“El colofón son los títulos”, responde el rey de la playa, que con 34 años empieza ahora a buscar nuevo futuro como entrenador del equipo juvenil del Lugo.

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