Arte y naturaleza libre
Koldobika Jauregi alumbra en un bosque de Alkiza el espacio Ur Mara, que acoge obras del artista y actividades de diverso tipo
“Ur Mara nunca se ha inaugurado, ni hay intención de hacer una inauguración oficial. Simplemente hemos empezado a hacer cosas, la gente se ha enterado y ha ido viniendo”. La frase del escultor Koldobika Jauregi (Alkiza, 1959) resume el espíritu del espacio, que él mismo ha impulsado en su localidad natal. Formalmente, se podría describir como una extensión de 11 hectáreas, la mayoría bosque, con un invernadero, un único camino, un puñado de obras del artista, tres hornos de cal, una pequeña cantera y un auditorio natural.
Ur Mara no deja de ser una especie de utopía, un espacio creado por la ensoñación del artista, al igual que el Bosque de Oma o Chillida-Leku. Pero el de Jauregi es diferente, con un punto caótico, libre y comunal.
Todo comenzó cuando el artista no tenía hueco para almacenar sus obras y decidió ir colocándolas cerca del camino que lleva a su taller, junto al caserío familiar, en Alkiza, un municipio guipuzcoano de menos de 400 habitantes. “La gente se empezó a acercar, montañeros, personas que tan sólo pasaban por aquí”, explica el autor. El interés repentino hizo dudar al escultor, que se planteó cerrar el espacio embrión de Ur Mara “porque no sabía si era un incordio”.
Un invernadero hace de refugio para conciertos, talleres y exposiciones
Pero el camino que debía seguir la utopía de Jauregi era otro. Surgieron proyectos de recuperación del patrimonio etnográfico y natural, una inquietud del artista ligada al cargo que ocupa en el Ayuntamiento de Alkiza (teniente de alcalde por una agrupación vecinal independiente).
La idea fluía, pero faltaba la materialización. El escultor compró otros terrenos adyacentes a los que ya poseía hasta sumar las 11 hectáreas, y a finales del año pasado se levantó el invernadero, una construcción humilde erigida gracias a la buena voluntad de muchas personas, e ideada para acoger conciertos, talleres o exposiciones temporales. Así, Ur Mara comenzó a funcionar a principios de año.
Desde entonces, el boca a oreja ha ido extendiendo la noticia: la existencia de un bosque en el que, por qué no organizar un concierto, cualquier actividad o simplemente ir a pasear. Casi no existen las reglas en la utopía de Jauregi; sólo, como subraya el artista, “cuando se vayan, que cierren la puerta”, dice en referencia a la hoja metálica que salvaguarda el invernadero.
Hasta la fecha Ur Mara ha acogido diversas actividades —la web urmara.com informa de cualquier acontecimiento—. Incluso hasta el bosque ha llegado una iniciativa de una asociación de California que trabaja con excombatientes de las últimas gurras en Oriente Próximo, con los que, a modo de terapia, transforma uniformes en papel.
-— ¿De California a aquí?
— El abuelo de una de las chicas era de Markina y conocía la zona. Esos contactos raros.
Así crece Ur Mara a través de alguien que conoce, propone o alumbra y que sabe que en el sueño de Jauregi siempre va a encontrar una puerta abierta.
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