_
_
_
_
_
OPINIÓN

Nadie nada por aquí

Las autonomías nadaban sin guardar la ropa, Munar la pone a buen recaudo, y nosotros nos ahogamos

La nada es interesante porque ya se sabe que el que nada no se ahoga. Pero de la veracidad incontestable del refrán hemos tenido que salir bruscamente porque ahora resulta que la Administración central y las Administraciones autonómicas tienen el equivalente a nada en sus arcas y, sin embargo, necesitan un rescate. Nada es lo que parece y nada es exactamente lo que parece que tienen en el peto el Estado y los miembros de la extensa familia que lo forman. No hay nada como la familia.

Tras la brutal irrupción de la nada en estos meses de gobierno popular, se ha abierto la veda en busca de algo. Nadie necesitaba nada porque todo el mundo nadaba como Mark Spitz en las procelosas aguas de la financiación. Resultan pues irónicos este verano los artículos y opiniones sobre la conveniencia o no de pasarse dos horas en secano después de comer para poder bañarse. Al parecer, todos los expertos coinciden en que es una mentira que se inventaron nuestros mayores para torturarnos bajo el sol abrasador durante un tiempo interminable. Pero va a ser que no, que los viejos tenían razón. Al menos, las comunidades autónomas han sufrido un extraño corte de digestión colectivo y empiezan a pedir auxilio a los vigilantes de la playa. Se metieron en el agua, con la chulería que les caracteriza, con la copa y el café aún en el paladar y el puro recién apagado. De repente corren el riesgo de ahogarse entre calambres y desvanecimientos. Como diría mi abuela: ¡ya lo decía yo!

Triste es de robar pero más triste es de pedir. Esta perversa inversión de los términos en la frase hecha, mantuvo hasta estos días a las autonomías en sus trece: ¡que no vamos a pedir rescate, leñe! Si entendemos que el despilfarro considerado como una de las bellas artes es una forma de robo, sólo la Comunidad Valenciana podía ser la primera en levantar la mano desde el agua al notar cómo se le retorcían las tripas. Y ahí se abrió la veda a la que nos referíamos. Desde la orilla ya vemos un montón de manos agitándose con la esperanza de que sea Pamela Anderson la socorrista que les toque en suerte y no David Hasselhoff. Un efecto dominó de imprevisibles consecuencias: Murcia, Catalunya… ¿Quién da la vez? ¿Observó Galicia esas dos horas sin bañarse después de la papatoria?

Paralelamente a las imprudencias playeras de la familia autonómica, las familias de toda la vida sufren en silencio la invasión de medusas-desahucio, una especie invasiva sin depredadores que las neutralicen. Se multiplican por miles mientras los vigilantes de la playa sólo atienden cortes de digestión administrativos. La perca negra americana invade los ríos gallegos (para solaz de pescadores y desgracia de las especies autóctonas) pero es pan para hoy y hambre para mañana; la medusa-desahucio no es pan para hoy y promete estallido social para mañana. Las noticias sobre los miles de familias que se han visto en la calle durante el primer trimestre de este año, sólo ocupan una mínima parte de los diarios en comparación con el calambre administrativo.

Triste es de robar pero más triste es de pedir. De ahí la vergüenza ajena que producen las declaraciones de María Antonia Munar, expresidenta del Consell de Mallorca. La buena señora califica de obsoleta la legislación española en lo que respecta a delitos monetarios como en el que se ve ahora envuelta. Contrapone como ejemplo la condena de tres años y medio a una mujer por cortar la yugular a otra y dice que los temas de dinero son secundarios y se arreglan con dinero. Nadie implicado en casos de corrupción, al menos que uno sepa, ha devuelto nada de lo afanado tras lo que constituye un corte de yugular social o, si lo prefieren, un corte de financiación administrativo, producido por la ensaladilla rusa del chiringuito, que tampoco ha mandado a casi nadie al fondo del mar, o sea al trullo matarile-rile-rile. “La salud es lo importante”, concluye Munar.

Trileros y carteristas son magos al margen de la ley: nada por aquí, nada por allá. Las autonomías, prestidigitadoras de nivel, nadaban sin guardar la ropa; Munar y sus semejantes la ponen siempre a buen recaudo. Los que nos ahogamos somos nosotros.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

@JulianSiniestro

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_