Un verano sin remedio
"Hemos pasado sin transición alguna del Estado de bienestar al de la sinvergüencería más o menos impune pero siempre relevante"
Todo aquello que puede empeorar, lo hace, y resulta gravemente perjudicial para la salud, o cuando menos para el estado de ánimo, leer la prensa, frecuentar telediarios y tratar de estar al tanto de una avalancha informativa en la que cualquier noticia es poco menos que indeseable, preocupante, agobiante o totalmente desalentadora. Y lo más curioso es que tanto los líderes políticos como los banqueros, siempre cogiditos de la mano, pregonan sus medidas desde las más dispares tribunas para coincidir en que las atrocidades que proponen y las tremendas medidas que ejecutan se deben a su deseo de conseguir un bienestar en fuga nadie explica cómo, y encima acostumbran a escamotearnos la letra pequeña de los gravísimos asuntos que a todos nos conciernen. Casi todos los políticos mienten, y casi siempre lo han hecho, a favor de sus intereses, de ahí que no gocen precisamente de las simpatías del común de las gentes. Pero es posible que nunca en la historia de la democracia moderna se haya mentido tanto y con tanto descaro y con tan graves consecuencias como ahora. Incluso la infernal retahíla de medidas descabelladas expuesta por Mariano Rajoy en el Congreso se ven acrecentadas en su casi inmediata publicación en el BOE, de manera que cuando desnuda la atrocidad de sus mensajes todavía se reserva esa carta en la manga para estropearlo todo un poco más. No creo que haya precedentes serios en ese ejercicio de avilantez, y eso pese a que una diputada popular, digna hija de su padre, sueltan en las Cortes un sonoro “¡que se jodan!”, no se sabe si dirigido a los parados, a los diputados socialistas o a las Cortes en general. Cualquiera que sea el receptor de ese entre futbolístico y tabernario mensaje, lo cierto es que su emisora debería de presentar la renuncia inmediata a su escaño parlamentario por faltar al respeto debido.
Cualquiera diría que aquí hemos pasado sin transición alguna del Estado de bienestar al de la sinvergüencería más o menos impune pero siempre relevante. No de otro modo pueden interpretarse las manifestaciones del famoso espigolador Santiago Calatrava en el sentido de que los mil millones que sacó de Cacsa son cosa de nada al lado de los sesenta mil del rescate europeo para nuestro país. Que se sepa, el arquitecto no ha sido rescatado todavía, aunque todo llegará a poco que se lo proponga. Una sinvergüencería a la que nadie hace ascos y que tiene un carácter transversal, como muestra, entre otros casos, que un exconsejero de Gobernación —de Gobernación, como lo oyen— de Cataluña, y para más inri de ERC, haya sido detenido por un rentable contrabando de tabaco, sí, de tabaco. Se ve que era un empedernido fumador militante contra los impuestos. La mayoría de políticos actuales debería dedicarse a otra cosa si se quiere que la política ocupe de nuevo el lugar que le corresponde en democracia.
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