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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Zoido y los mosqueteros

En las manos del nuevo presidente del PP está ahora cambiar el modelo caudillista de liderazgo

Javier Arenas anunció una mañana que no se presentaba a la reelección a la presidencia del PP en Andalucía y tres días después ya tenía sustituto: Juan Ignacio Zoido. A la semana, ya se conocía la otra figura clave de la nueva dirección, el que sería su número dos. En este caso no hubo ni que cambiar el apellido del nuevo dirigente, se marchaba Sanz y le sustituía otro Sanz, José Luis por Antonio. Por eso cuando este fin de semana comenzó el Congreso regional del PP sólo quedaban dos interrogantes para los delegados que asistían al cónclave. En qué momento había que aplaudir y si volverá otra vez Arenas. El pescado estaba tan vendido, que hasta le sobró un día al congreso.

Escribir presidente del Partido Popular de Andalucía sin poner a continuación Arenas, es como si al acrónimo del Talgo le quitáramos la letra T, que se nos queda en una cosa articulada ligera Goicoechea Oriol que no es un tren. En Andalucía, durante muchos años hubo dos presidencias a sendos nombres pegadas, la de Chaves en la Junta y la de Arenas en el PP. Este último accedió al cargo en el año 1993 y, salvo un periodo en que se lo dejó en usufructo a Teófila Martínez, ha permanecido en él hasta este pasado domingo 15 de julio del año 2012 después de Cristo, precisión que hago para poner en valor la importancia histórica del momento.

Arenas ha sido para el PP como el faro de Alejandría: la luz y el camino; el Norte y la guía. Todo lo que ha ocurrido en las últimas dos décadas en esta formación política en Andalucía ha tenido como protagonista a Arenas, que nunca tomó una decisión sin consultarla previamente con Javier Arenas. Ni la estrategia más arriesgada ni la valoración más sencilla salieron nunca de su boca sin contar con el respaldo unánime de sus principales colaboradores, que para eso se encargó de que sus principales colaboradores pensaran siempre como él o por eso cambió tantas veces de colaboradores.

Arenas se va, después de perder cuatro veces las elecciones autonómicas, sin que se le conozca sector crítico alguno, que es el mayor mérito alcanzado por un político en la historia de la democracia. Lo suyo con las elecciones siempre fue muy especial: logró hacer de cada derrota una victoria, para terminar alcanzando una victoria que se convirtió en su gran derrota. No fue menos especial su relación con la militancia. No queda ni un solo dirigente en el PP andaluz que haya pensado alguna vez de forma distinta a Arenas, por lo menos tan distinta como para haberse atrevido a expresarla y seguir luego en el cargo.

La estructura del PP en Andalucía ha sido durante años la de un líder y muchos militantes, por eso el relevo de Arenas se ha hecho de forma tan sosegada. Se ha puesto a otro líder y sigue la misma actitud de los militantes. Ha existido idéntica unanimidad orgánica en alabar la marcha de Arenas que en festejar la llegada de Zoido. Las dos cosas han salido adelante por aclamación popular, en concreto por la aclamación del Partido Popular andaluz. El también alcalde de Sevilla fue bendecido por Mariano Rajoy diez días antes del Congreso, lo que le garantizaba un paseo triunfal por el cónclave. En las manos de Zoido está ahora cambiar este modelo caudillista de liderazgo en el PP andaluz, ya que ni de lejos reúne el perfil político de su antecesor en el cargo.

El congreso del PP ha tenido menos intriga todavía que el que celebraron los socialistas el fin de semana anterior. Un cónclave que inició Griñán anunciando no tener constancia de que existiera un sector crítico hacia su gestión y concluyó descubriendo que los críticos alcanzan ya el 30% de la organización. Estas cosas le pasan al PSOE por no tener un partido como los populares, que más que una formación política parecen una compañía de mosqueteros: “Todos para uno, y uno para todos”. Antes fue, todos con Arenas; ahora toca, todos con Zoido.

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