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Más allá de la liquidez

La crisis es grave pero no podemos ahora limitarnos a recortar sin discutir dónde nos hemos equivocado y qué hay que hacer

Joan Subirats

Pareciera que lo único que nos acontece en Cataluña es que no disponemos de liquidez. El relato oficial, que ha logrado un notable consenso en las filas de la oposición, es que todo tendría solución si dispusiéramos de más recursos financieros. No hay dirigente del gobierno o de la coalición que lo sostiene que frente a los problemas cotidianos y estructurales a que nos enfrentamos, no esgrima el argumento del expolio fiscal al que nos somete España.

No hay duda que los datos que fundamentan tales aseveraciones son contundentes. Y no son para nada nuevos. Todos somos conscientes de la envidiable excepcionalidad vasco-navarra. Y sabemos también que la cuota de solidaridad con el resto de España no explica los desajustes en la ordinalidad de las comunidades autónomas entre la creación de riqueza y la cuantía de las trasferencias. El consenso sobre las desigualdades y agravios que ello supone está ampliamente compartido en la opinión pública catalana. Pero, la gran diferencia entre lo que decíamos hace unos años y ahora, es que la gran sacudida en la que estamos inmersos nos obliga a plantear no sólo temas de liquidez, sino temas de fondo: ¿cómo afrontamos el futuro?, ¿desde que valores?, ¿qué modelo de desarrollo?, ¿podemos seguir haciendo lo que hacíamos?

Se me dirá, con razón, que para afrontar estas cuestiones, los recursos económicos, la base fiscal de la que dispongan los poderes públicos, resulta imprescindible. Pero no me negarán que no es lo mismo gastarse el dinero en AVEs que en trenes de cercanías. O, si se me permite un ejemplo al azar, en macrocasinos que en desarrollo agroindustrial ecológico.

Estamos en un momento que todo lo que tiene de crítico lo tiene de estratégico. No podemos abordar lo que va cayendo cada semana desde la lógica decremental. Si muchos dicen que antes gastábamos sin pensar en lo que hacíamos, no podemos ahora simplemente recortar sin discutir si lo que íbamos haciendo o lo que queremos hacer es lo necesario.

Estoy seguro que somos muchos los que estamos de acuerdo en que las cosas no se hacían bien, y que no podemos defender sin más el “virgencita que me quede como estaba”. Pero, hay algunos que parecen enganchados a la droga que significaba el triángulo “ladrillo-plusvalías-favores”, es decir, negocio inmobiliario rápido, que generaba plusvalías e impuestos que permitían incrementar el hacer de las administraciones, y así alimentar el intercambio y trasvase de favores entre poderes públicos e intereses financieros y empresariales.

Hoy, ese fluido no parece circular tan fácilmente y aumentan los síntomas de abstinencia y desesperación. La desintoxicación no es fácil, pero sí imprescindible, y no afecta sólo a los responsables políticos o a los intereses financieros, sino también a los ciudadanos mal acostumbrados. Repensar las cosas implica entender dónde estamos. La combinación agricultura potente y medioambientalmente amigable, con reforzamiento de la producción propia y la distribución cercana, será un componente básico. También la inversión en producción industrial basada en cooperación y en capacidad distribuida, con lógicas de autosuficiencia. La recuperación del trabajo desde la gente, no desde lugares de trabajo inexistentes, será prioritaria. La renovación y la extensión educativa es ya ahora fundamental. El reforzamiento de los poderes locales, adecuando tamaño y escala, es asimismo primordial para acercar servicios a la implicación, transparencia y control ciudadano.

Las decisiones de estas semanas más bien apuntan en otro sentido o, simplemente, no apuntan. Nos dicen que derrochamos y que no nos esforzamos lo suficiente, y los primeros que demuestran que quieren seguir con lo que hacían, sin aceptar que todo ha cambiado, son los que nos gobiernan. Los que nos riñen y nos amenazan con toda suerte de plagas divinas. Aconsejaría más modestia, aceptar que no todo está controlado y que no todo es culpa de Madrid y de los que gobernaron antes. Porque el “antes” empezó hace mucho tiempo y Madrid siempre ha estado ahí. Reclamemos recursos, pero no olvidemos decir para qué los queremos. Si, al final, lo que reclamamos es el pacto fiscal, para poder seguir con el “politics and business as usual”, entonces lo que hacemos es puro tacticismo.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB

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