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crítica | ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Para machotes y nenitos

El crudo trío londinense Placebo apuntala su rocosidad sonora con otros tres músicos

Ahora que la cosa anda pachucha, habrá que agradecerle a una multinacional germana del automóvil que organice una gira por cinco ciudades europeas con Placebo para dar a conocer su nuevo utilitario. Ventajas adicionales de la fórmula: las afazatas y afazatos que se apostan en la entrada son de los que jamás se suben en nuestro mismo vagón de metro. Y un serio inconveniente: antes de la actuación hubo que someterse a quince minutos de ¿videocreación? publicitaria con menos chicha que el bosón de Higgs.

Pero nosotros veníamos a ver a Placebo, y en último extremo (¿existe lugar más incómodo que la Joy Eslava abarrotada?) lo conseguimos. El crudo trío londinense apuntala su rocosidad sonora con otros tres músicos, pero todas las miradas recalan en Brian Molko, un líder carismático que podría serlo más. Solo ejerció de provocador cuando le espetó al público: “La mitad de vosotros está viendo el concierto y la otra mitad lo mira a través de una pantallita”. Etiquétese así: #verdadescomopuños.

Molko practica un rudo rock garajero y lo traviste hábilmente a golpe de rímel. En escena ejerce de machote y nenito, ahondando en esa sabrosa veta andrógina de la que tanto provecho extrajeron Bowie o Brett Anderson. Pero mientras Bowie era un glorioso visionario y el cantante de Suede, la encarnación del melodrama, Brian fía a la pose buena parte de su suerte. Porque su repertorio es aparente, pero sin trascendencia. Evanescente. Pregúntele a su hermano mayor cuatro éxitos millonarios del grupo en los noventa (que los tuvieron): verá qué sofoco.

Puesto que apenas recordamos sus años dulces, nuestros chicos prefieren centrarse en su sexto disco, Battle for the sun, que constituye un cierto revulsivo de adrenalina: tanto el tema central como Bright lights incitan a saltar y gritar bien fuerte (aunque no sabemos aún si a cambiar de coche). El espigadísimo bajista Stefan Olsdal ahora se nos dejó barba y al tatuador del batería, Steve Forrest, no le queda ya ni un centímetro libre. Apariencias.

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