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Ópera

Y la orquesta empezó a no sonar

La única ópera de Debussy regresa al Liceo después de 49 años sin representarse

Pelléas et Mélisande del Metropolitan en el Liceo de Barcelona.
Pelléas et Mélisande del Metropolitan en el Liceo de Barcelona.SALVADOR FENOLL

Alejo Carpentier, uno de los literatos que más y mejor ha escrito sobre música, describe en El recurso del método una representación de Pelléas et Mélisande en el Metropolitan de Nueva York en estos términos: “Se sentaron, pues, en primera fila, alzó su batuta el director y una enorme orquesta que tenían ahí, a sus pies, empezó a no sonar”.

Es ésta una descripción exactísima del universo sonoro de Pelléas et Mélisande: una orquesta que renuncia a sonar a orquesta de ópera, unos cantantes que renuncian a cantar según la tradición operística, unos personajes que no se sabe de donde vienen ni adonde van y se mueven fuera del espacio y del tiempo.

Pelléas et Mélisande de Claude Debussy.

Jean-Sébastien Bou, barítono. María Bayo, soprano. Laurent Naouri, barítono. John Tomlinson, bajo. Hillary Summers, contralto. Olatz Saitua, soprano. Orquesta Sinfónica y Coro del Gran Teatro del Liceo. Michael Boder, dirección musical. Robert Wilson, dirección escénica, escenografía e iluminación. Coproducción de La Opera de Paris y el Festival de Salzburgo (reposición realizada en colaboración con el Teatro Real de Madrid). Barcelona, 27 de junio.

Si teatralmente Pelléas et Mélisande, basada en la obra homónima de Maeterlinck, es el paradigma del drama simbolista, musicalmente, con su nebulosidad y ambigüedad armónica, su ritmo fluctuante y su vocalidad basada en la prosodia de la lengua y que renuncia expresamente a la "forma" de la melodía, encarna lo que podría haber sido la ópera impresionista. Su música suspendida, que pregunta más que responde, la convierte en una extraña ópera introvertida, ensimismada, que no te viene a buscar sino que espera a que tu vayas y la descubras.

Con su indefinición y su mundo de sutiles alusiones Pélleas, que llevaba 49 años sin aparecer por el Liceo, es la típica obra que pone de los nervios a los amantes de la ópera italiana y alemana, es decir a cuatro quintas partes de la parroquia. Carpentier lo explica en el mismo libro un poco más adelante “Y cuando llegó, por fin, el último intermedio, el Primer Magistrado estalló: “Aquí nadie acaba de cantar; nadie es barítono, tenor o bajo ... No hay un aria ... No hay un ballet ... No hay una escena de conjunto ... y [aunque] me digan que esto es una maravilla, me quedo con Manón, La Traviata y Carmen ... y ya que hablamos de putas, llévenme a una casa de putas”. Una vez más, una descripción exactísima de lo que sucede en Pélleas.

Poner en escena eso no es fácil, Robert Wilson lo hizo en Salzburgo en 1997 y fue esa producción, presentada no hace mucho en Paris y Madrid, la que se vio en el Liceo. Una producción sobria, abstracta, limpia y esencializada, que deja la música en primer plano. Wilson mueve a sus personajes a través de una hermosa y cuidada gestualidad ritualizada, orientalizante y ralentizada que, aplicada a una obra de cinco actos, acaba aburriendo a las piedras.

Musicalmente Pelléas es una obra peligrosísima, Michael Boder que con este título se despide como director titular de la orquesta del Liceo, buscó el detalle y la levedad sonora, pero la orquesta del Liceo, aunque correcta, estuvo demasiado musculosa en la noche del estreno para alcanzar la exquisitez tímbrica que se le reclamaba. Probablemente mejorará en los próximos días.

El capítulo de cantantes se saldó bien. El mejor fue Laurent Naouri en el personaje de Golaud, buena voz y buena composición del papel. Jean-Sebastien Bou, menos presente vocalmente, estuvo correcto como Pelléas. El veterano John Tomlinson, al final acusó fatiga en el personaje de Arkel. Maria Bayo, experta en el papel, apareció descolocada, parecía no sentirse ni cómoda ni identificada con el ceremonial hieratismo que Wilson impuso a su Mélisande. La voz quedaba extrañamente plana, sin el misterio que es la mejor baza del personaje.

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